Narraciones de la memoria

 
 
   La historia de nuestros pueblos es rica en detalles, en tradiciones, en ritos, que están quedando arrinconados y que solo los ancianos han vivido. Pero para conocerlos, es imprescindible sacarlos a la luz, bien a través de la expresión oral, algo perdido con el tiempo, o bien a través de relatos escritos, que reflejen el pasado.
 
   Todos hemos oído a nuestros antepasados historias sobre la guerra civil y la posguerra, pero muchos pormenores han quedado velados por miedo o vergüenza. Hay que pensar que el régimen franquista fue una época de represión, terror, miedo. Todas las dictaduras infunden pavor para perpetuarse en el poder.
 
   El libro de relatos "Antes que la memoria nos abandone" intenta paliar este vacío:
 
En Antes que la memoria nos abandone dos amigos de la infancia vuelven a juntarse en el lugar que les vio nacer. En sus últimos días rememoran las historias que han perdurado en su memoria.  Sus relatos transcurren en la realidad de una guerra cruel y una posguerra llena de privaciones. Pocos como el Naza y el Cesarín, representantes de una generación anónima, han sufrido tan intensamente los avatares que la vida tenía reservados para las gentes de esta España indomable y guerrera.
Pablo Pascual nos presenta una mezcla de mundo real y ficticio, cuyos personajes reflexionan sobre el pasado y el porvenir con una sinceridad que puede resultar escandalosa y con un lenguaje irónico y saturado de crítica social y política
Los personajes  transportan al lector a una realidad cruda.  Sus relatos están entrelazados y, a la vez, conservan una autonomía clara. Aquí radica la originalidad de este libro. Los relatos de Nazario y Cesáreo mezclan un mundo real, vivido por los protagonistas, con un mundo de ficción, soñado por el autor y reflejado en el libro.
 

   Los jóvenes no han revivido la guerra de sus bisabuelos, porque la tradición oral se ha perdido. No han oído siquiera de sus horrores. Saber lo que ocurrió le ayudará a no repetir lo vivido. Mucho de los problemas endémicos de nuestras tierras y de nuestras gentes tienen su origen en la herida abierta con la guerra civil, herida todavía no cerrada, supurando maldades.

 

   En los años cuarenta del siglo pasado, en los cincuenta o sesenta, incluso en los setenta, toda la familia se sentaba alrededor de la mesa, se hablaba, se escuchaba al otro, se escuchaba, a veces, la radio. Siempre había un momento para el relato de historias, de leyendas, de confidencias. Pero aquello se acabó porque un aparato, la caja tonta, la televisión, se instaló en el rincón de la cocina, del comedor, del salón. La gran mesa quedó relegada y apartada a un rincón, para que la televisión fuera la reina del espacio.

 

 

 

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