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AÑAVIEJA EN LA MEMORIA
- Por pascual-lopez-pablo
- El 24/08/2023
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- En Memoria histórica
AÑAVIEJA EN LA MEMORIA
Érase una vez hace cientos, miles de años, un lugar que con el tiempo llamaron Añavieja. Por aquí pasaron, y por lo tanto somos sus descendientes, los íberos, los celtas, los romanos, que nos dejaron piedras en honor a sus dioses, los pueblos bárbaros convertidos al cristianismo que construyeron una pequeña iglesia y después otra más grande, los moros que levantaron una atalaya para vigilar a los invasores cristianos, los murcianos que segaron el trigo, y tantas otras gentes que sería largo de enumerar. Porque Añavieja está en un cruce de caminos, es frontera de muchos antiguos reinos, es un lugar codiciado por sus manantiales, por la riqueza de sus campos y de su laguna.
La vida era muy diferente, amigos jóvenes de Añavieja. Vuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, tatatatarabuelos tuvieron una vida sacrificada. Hubo guerras. Hubo paz. Este documental AÑAVIEJA EN LA MEMORIA recrea la vida del pueblo en las décadas posteriores a la última gran guerra. Es una mezcla de imágenes, palabras y banda sonora con canciones de la época. Tiempos de alegría, felicidad, pero también de oscuridad, miedos y emigración.
PARTE PRIMERA
SE HACE CAMINO AL ANDAR
Añavieja es una pedanía de Castilla la Vieja, una región que tiene salida al mar, por la actual Cantabria. Castilla, la imperial, la conquistadora de nuevos mundos, debe tener mar. Es lo que nos decían y lo que veíamos en el mapa de la escuela. El mar estaba demasiado alejado y a los añaviejeros poco les importaba que su región tuviera mar.
Se levantaban con los primeros rayos de sol y emprendían su camino hacia el tajo, que no era un río sino el lugar de trabajo, de arar el campo, de sembrar, de segar, de escardar, de aventar, de escular la remolacha, de acarrear el cereal, de llevar las ovejas a pastar, de dallar los yeros.
Por los caminos de Añavieja había mucho trajín. Campesinos que iban al tajo, mujeres que llevaban la fiambrera a los hombres que estaban en el tajo, niños que ayudaban lo que podían, potrillos sueltos que se habían escapado, burros cargados de leña, con las gavillas del monte de carrascas.
El puente de San Felices era un cruce de caminos. Había que cruzarlo para ir a Aragón, La Rioja, Navarra. Comerciantes lo atravesaban con sus productos: bacalao, aceite, vino. Los cazadores se ponían en camino para vender las piezas de caza. Afortunadamente, en todas las casas había una caballería, fuera yegua, caballo, mula, macho o burro. El camino se hacía más fácil a sus lomos.
El cartero hacía el camino desde Ágreda con la mochila de cuero, con su uniforme gris, repartía las cartas puerta a puerta y charlaba con los vecinos.
El panadero llegaba con el carro cargado de hogazas. De tortas de chicharrones. Las mujeres le llevaban una tablilla de madera, rectangular, alargada, que el panadero marcaba para saber cuántos kilos de trigo tenían que darle.
Mucho antes de que el panadero de Castilruiz trajera sus hogazas, los añaviejeros habían aprendido a conservar los alimentos y los remedios para las enfermedades, como demuestra la nevera.
CURIOSIDADES DE AÑAVIEJA (en plan cómico)
AL FINAL DE LA PRIMERA PARTE (SE HACE CAMINO AL ANDAR)
Silvia:
¿Qué te ha parecido la historia de mi pueblo y lo importante que era y la cantidad de pueblos que han pasado por aquí?
Jose:
Te voy a dar una serie de datos sobre tu pueblo que, seguro que no sabes, por muy de Añavieja que dices que eres.
Silvia:
Dudo que uno de Agreda pueda darme datos que no me hayan dado antes mis abuelos Benigno y Concha.
Jose:
Te vas a sorprender.
Silvia:
Suelta esos datos
Jose:
He leído que, según los archivos provinciales, Añavieja tenía 42 habitantes en 1843, 21 varones y 21 hembras. De los 21 varones, 4 eran menores de 18 años, 2 entre 18 y 25 años y 15 eran mayores de 25 años. ¿Cómo te quedas con estos datos?
Silvia:
Aliviada, porque ahora mismo hay más gente aquí que en 1843.
Jose:
Voy a ampliar estos datos. En 1858 el pueblo tenía 120 habitantes. Es decir, aumentó su población en 78 personas durante 15 años. ¿Cómo te sientes ahora?
Silvia:
Deprimida. En 1858 había el doble de personas que hoy, en 2023.
Jose:
Pues aún te vas a deprimir más. En mi pueblo, en Agreda, había 3179 personas. Ahí queda eso.
Silvia:
¡Soberbio, que eres un soberbio!
PARTE SEGUNDA
LA COSECHA
Cuadrillas de segadores, los murcianos, llegaban a finales de junio. La mayoría de ellos eran de la otra Castilla, la Nueva, de Toledo, de Ciudad Real, de Aragón. Pero a todos se les llamaba murcianos. Soportaban horas intensas al sol quemador, antes de que los campesinos acarrearan la mies, la llevaran con sus carros o galeras a la era para trillarla, después de extender la parva. Los trillos eran o de lascas de piedra, más primitivos, o de sierra metálica, todo un avance. Luego había que aventarla, lanzarla al viento con las horcas para separar el grano de la paja. Con la llegada de la segadora y de la máquina trilladora estas faenas desaparecieron. También el dallar los yeros o la esparceta.
Las tareas del invierno eran tan arduas o más que durante el verano. Había que escular la remolacha, escardar los campos para la siembra, arar con el arado romano de una reja.
La primavera llegaba con los campos cubiertos de amapolas, que aquí llamábamos ababoles. Pero si te llamaban ababol, no era precisamente un halago. Sin embargo, si a una chica se le decía que era más bonita que las amapolas del trigal, le estabas echando un piropo. Circunstancias del vocabulario de Añavieja.
Nos subíamos a las cinas de paja en las eras. Picaba el polvo, pero no nos importaba. Nos gustaba meternos en todos los berenjenales. Llegábamos a casa y zapatillazo que te va, por lo sucios y ennegrecidos que aparecíamos ante nuestras madres. Pero los zapatillazos de las madres eran más una caricia que una zurra.
AL FINAL DE LA PARTE SEGUNDA (LA COSECHA)
Jose:
He oído que los campesinos iban a escardar durante el invierno. Puedes decirme qué era escardar. Tú, a quien se lo contaba todo sobre el campo, su abuelo Benigno.
Silvia:
Mira y escucha bien. Escardar era cortar los cardos de los campos recién sembrados. Se usaba el escardillo, una herramienta de hierro en forma de pico de pato, colocada en un mango de un metro, que era de fresno, de sauce o de mimbrera. También usaban una horquilla acabada en forma de V.
Jose:
¿Y no se pinchaban con los cardos?
Silvia:
¡Uy, qué finos son los de Agreda!
Normalmente la faena de escardar la realizaban las mujeres, las escardadoras, que lucían un sombrero de paja o un pañuelo sobre la cabeza para resguardarse del sol, un mandil, medias de lana y abarcas cerradas para no hundirse en la tierra. En esta faena de escardar podían encontrar nidos de codorniz o de perdices tempranas.
Jose:
Y nidos de víboras, culebras, ratoncillos y lagartos. Y las escardadoras armaban un alboroto indescriptible. ¡Que también me lo contó tu abuelo!
PARTE TERCERA
CRÓNICA DE SOCIEDAD
No todo era trabajo para las gentes del Añamaza. Las bodas eran ocasión única para la celebración. A todos se les invitaba a pan, queso y nueces. Las novias no llevaban el traje de tul blanco, ni los novios los gemelos dorados en los puños de la camisa, pero eran días de celebración que duraban desde las amonestaciones, semanas antes.
Los niños nos tirábamos al suelo buscando los caramelos lanzados por los padrinos del bautizo. Después tomábamos la limonada y chocolate, detalle de los padres del recién nacido, porque los bautizos se celebraban a la semana del nacimiento. El bebé tenía que estar limpio del pecado original no fuera que un mal viento se lo llevara de repente.
En el día de su primera comunión las niñas vestían el tul blanco que no lucirán para la boda. Los niños irán de marinero, con el pelo en flequillo, pensando quizás que algún día divisarán el mar y podrán soltarse el pelo con la brisa marina.
Por las tardes, las vecinas se sentaban en el rincón soleado para hacer sus labores, que consistían en remendar pantalones, calcetines o hacer punto. Tejían bufanda tras bufanda, de colores chillones, con las manos navegando como piezas de una máquina tejedora, sin mirar ni una sola vez al suelo ni a las agujas ni a la lana, pero hablando sin parar con las otras mujeres. Los gatos ronroneaban al sol y se adormilaban al son de las voces de las vecinas.
Las imágenes que nunca se irán de nuestras retinas: el gato saltando por las sillas de la cocina o encima del escaño; las gallinas sueltas por la calle; las mujeres tras ellas con un pio, pio para encerrarlas en el gallinero; los conejos para la paella de los domingos. Se mataban con un golpe en la nuca. Una muerte ecológica. Limpia. Sin dolor. Luego se les sacaba un ojo y sangraban hasta la última gota. Tiempos en los que la carne no venía en bandejas, ni la leche en teta brik, ni los huevos en cartones. Eran productos naturales, de kilómetro cero, mejor dicho, de centímetro cero. No eran de macro granjas ni de agricultura intensiva.
Nuestras abuelas y nuestras madres cocinaban tan bien como Arguiñano. Las sopas de ajo nos sabían a gloria; los torreznos, a gloria bendita; los pajarillos fritos, atraídos por las alaicas y atrapados por las costillas, nos sabían a manjar cardenalicio, por no decir a hostias.
Correteábamos durante el baile de los domingos por la noche, entre las parejas que intentaban acercarse más de lo reglamentario, pero nos interponíamos entre ellos en nuestras carreras del que te pillo y te cojo. Sonaba en la gramola
el Cielito lindo (cantan los lectores “con ese lunar que tienes, cielito lindo…)
o también
el Bésame mucho (cantan los lectores “bésame, bésame mucho, como…”)
y las parejas querían besarse mucho. La normalidad no lo permitía. Había escopetas al acecho, que irían con el cuento a los padres de las muchachas.
AL FINAL DE LA TERCERA PARTE (CRÓNICA DE SOCIEDAD)
Jose:
Perdona, Silvia, y no te tomes a mal esta pregunta: ¿había médico en el pueblo?
Silvia:
En el pueblo había médico y veterinario. ¿Tú, qué te crees?
Jose:
Vale, vale.
Silvia:
No vivían en el pueblo. Se les pagaba la iguala por si había una urgencia y tenían que visitar a los enfermos en momentos inoportunos o durante los días de fiesta. La iguala era una especie de impuesto. Se abonaba no solo con dinero, también en especie, cereales, patatas, aves. Los que tenían la consideración de medio vecino, en el caso de las viudas, pagaban solo media iguala. El médico y el veterinario recibían un salario del erario público y la iguala.
Jose:
Me ha quedado claro.
PARTE CUARTA
RITUALES RELIGIOSOS
Los ritos religiosos estaban presentes en el día a día de los añaviejeros. Decían que había tres jueves que relucen más que el sol: jueves santo, corpus christi y el día de la ascensión. Eran días de procesión, con el párroco protegido bajo el palio celestial.
Los niños representábamos el vía crucis, escuchando las diversas estaciones que siguió el redentor hacia su calvario. Nos sentábamos en el suelo de piedra, delante de las estaciones de la Cruz. El cura derramaba incienso sobre nuestras cabezas y las mujeres entonaban canciones de penitencia:
(se oye de fondo la canción: “perdona…)
“perdona a tu pueblo, Señor, perdónale, Señor…”
Cuando el crucificado caía al suelo en tres de las estaciones, los niños hacían lo mismo, produciendo un estruendo y una alegría infantil poco grata para los mayores.
La imagen de la Virgen de Sopeña presidía las procesiones, rodeada de rosquillas, durante las fiestas en su honor. Los mayordomos se afanaban en quedar bien ante sus vecinos. Costumbre que permanece, por suerte. El sermón del día grande de la fiesta lo predicaba alguno de los sacerdotes del pueblo. Los vecinos comentaban lo bien o lo mal que había estado el sermón. Qué bien habla don fulano, no sé lo que ha dicho, pero qué bien habla.
Otro de los días importantes para el pueblo era la primera misa, el cante misa, de sus hijos sacerdotes. Uno a uno, todos los añaviejeros besaban las manos sagradas del nuevo sacerdote.
El día de la confirmación era otro de los días especiales: el obispo, al que se le recibía con arcos florales decorando la entrada del pueblo y la subida de la iglesia, les daba un pequeño tortazo y les decía:
yo soy el obispo de Roma y para que te acuerdes, toma.
Eso era lo que nos decían los mayores, pero no creo que ningún niño oyera estas palabras al obispo de turno.
Durante la Semana Santa las calles se llenaban del ruido de las carracas y las matracas. Era uno de los momentos especiales, porque a los niños nos gustaba hacer ruido y llamar la atención. Para no alterar el silencio y respetar el duelo, las iglesias tenían prohibido tocar las campanas. Pero de alguna manera debían los párrocos convocar a sus feligreses. Así usábamos las matracas y las carracas, instrumentos de madera formados por un tablero y uno o dos mazos. Al sacudir dicho instrumento, se produce un ruido fuerte, seco y bastante desapacible. De ahí que el dicho dar la matraca se convirtiera en sinónimo de ser pesado.
QUINTA PARTE
TAREAS VARIADAS
El hogar, con el fuego permanentemente encendido, con las brasas de la leña quemada dando calor a la casa, era la estancia donde la familia se reunía durante el día. Aquí se cocinaba, se charlaba, se comía, se jugaba a las cartas. La cocina era el lugar de refugio durante todo el año. Solo allí se estaba a gusto en invierno. El frio invernal invadía las demás estancias durante la mayor parte de los días.
Te metías en la cama y las sábanas eran un paño helado que mitigara las torceduras de los tobillos. El cuerpo se hundía en el colchón de lana de ovejas, que cada año se lavaba en el lavadero. Era una tarea caótica porque los muñones de lana se iban con la corriente y las lavanderas tenían que ir tras ellos. El calorífico, un tubo de metal que se enchufaba a la corriente eléctrica y lo poníamos entre las sábanas, nos calentaba los pies. O bien, usábamos la bolsa de agua caliente. Tenían la propiedad de suavizar la sensación de habitar en el mismísimo Polo Sur. Y manta sobre manta. Llegaba la mañana y estabas arriñonado. No con forma de riñón, sino con los riñones doloridos y la espalda quebrada.
El pilón de la fuente era lugar de encuentro. Las mujeres iban a por agua en los cántaros y los botijos; los hombres llevaban a las caballerías y a las vacas a saciar la sed; los niños jugábamos con el agua y llegábamos a casa mojados y las madres nos daban un zapatillazo en el trasero.
Para que aprendas, nos decían.
En tiempos anteriores a la desecación de la laguna, existía lo que se llama la dula: las vacas, ovejas y cabras del pueblo pastaban en un terreno común, dirigidas y vigiladas por el dulero, el pastor comunal.
La leche de estas vacas, que comían hierba de primera calidad, era objeto del deseo de los vecinos. Las lecheras, las mujeres que ordeñaban y vendían la leche, obsequiaban a los clientes con la chorretada, una especie de tarjeta de fidelidad de la época. Estas mujeres tenían una habilidad especial para ordeñar las vacas. No todos lo conseguían.
Si las vacas nos daban su leche, los cerdos, a los que quemábamos con ulagas en el banco de madera, nos lo daban todo. Desde el hígado, que se asaba en las brasas del hogar, hasta la sangre, con la que se hacían morcillas dulces con piñones. Las mujeres se afanaban durante los tres días que duraba la matanza del cerdo. Iban al ojo Chincharrín, el ojo del tío Nazario, a lavar el menudo; amasaban la carne picada para hacer los embutidos; colgaban en las varas del granero los chorizos. Así se secaban durante los días fríos del invierno, compartiendo lugar con el trigo, la cebada, la avena o los yeros.
Los niños perseguíamos a las ovejas por las calles del pueblo cuando el pastor las sacaba del corral para llevarlas a los pastos. El morueco se enfadaba y nos perseguía, lo mismo que hacía el perro pastor, fiel a las órdenes de su amo. Los niños éramos traviesos, pero inocentes. Buscar nidos era una de nuestras aficiones favoritas. Subíamos a los tejados a por los nidos; estábamos atentos durante la siega por si alguna perdiz había hecho el nido entre la cosecha. Cuidado con las víboras, nos advertían los mayores, que por aquí suelen salir.
Y dejábamos de buscar nidos. Marchábamos, enfurruñados, al corral a recoger los huevos que habían puesto las gallinas por cualquier rincón. Andaban sueltas y no había manera de decirles que pusieran los huevos en lugares visibles. Hasta que se construyeron los ponederos con ladrillo rojo. Ahora las teníamos más controladas. Pero siempre había alguna que seguía con la costumbre de poner los huevos donde le diera la gana.
¡Malditas gallinas!
AL FINAL DE LA QUINTA PARTE (TAREAS VARIADAS)
Silvia:
Una tarea olvidada de aquella época era el ir por agua a la fuente.
Jose:
Pues debía de ser una tarea muy difícil, porque las calles del pueblo eran y son de subidas y bajadas, con cantos rodados.
Silvia:
Eso es. Por supuesto, las mozas y las mujeres no habían ensayado prácticas de equilibrismo, sin embargo, transportaban el agua con un equilibrio excepcional. Ir por agua a la fuente representaba recoger los cantaros, los botijos y las vasijas vacías de la cocina y llevarlos a llenar en la fuente del pueblo.
Jose:
¿Cómo lograban el equilibrio?
Silvia:
Muy fácil. Con los cántaros llenos y un trapo bien asentado a la cabeza, un instante circense, se los colocaban a pulso en la cabeza y eran capaces de llevar hasta tres vasijas llenas: el cántaro, otro en la cadera y un botijo en la mano que quedaba libre.
Jose:
Interesante. Pero estoy seguro de que las mozas aprovechaban sus ratos en la fuente para charlar con las otras mozas, para festejar con sus mozos o dejarse halagar por los que venían a dar agua a la yunta.
Silvia:
Siempre tienes que poner un pero.
SEXTA PARTE
VESTIMENTA
El luto era la seña de identidad. Todas vestidas de negro. Las familias eran numerosas, cuando no había un muerto en la familia, había otro. La norma era que las mujeres debían guardar el luto durante dos años. Los hombres, uno. Estos se colocaban o bien un ojal forrado de tela negra en la chaqueta, o bien un brazalete negro alrededor de la manga. Tiempos de oscuridad, de tristeza.
No era difícil encontrarse con curas luciendo sombreros negros a juego con la sotana negra. Las monjas lucían un sombrero estrambótico, digno de las películas más originales de Berlanga. Los guardias civiles cubrían la cabeza con tricornios que hoy extrañarían a los más jóvenes. Si hoy se juntaran los tres personajes, con sus sombreros y tricornios, a más de un muchacho le haría pensar que se había equivocado de planeta.
Esto es Marte, se diría.
Las ancianas vestían de luto, con sayas que llegaban al suelo, con toquillas negras que les cubrían el torso, con pañuelos negros que les tapaban el pelo. Tiempos de oscuridad, pero entrañables, con el cariño de las abuelas inundando las vidas de los niños, a los que ofrecían pan con vino y azúcar para merendar.
En los días grandes, durante los días de fiesta mayor o los jueves que relucían más que el sol, los hombres se ponían sus trajes y corbatas, que antes eran más pinchos que un ocho, más que ahora que vestimos de chándal todos los días.
La vestimenta no era lo esencial entre las gentes de Añavieja. Lo importante era que formaban un pueblo, con la ilusión de ayudar a los demás. La monja del sombrero estuvo los mejores años de su vida ayudando a los más necesitados. Una de las ancianas que aparecen en la foto, su madre, fue comadrona y ayudó a nacer a muchos de los presentes. El varón con traje y cigarro de la esquina, el doctor Fermín, lo mismo curaba a las personas que a las bestias. Eso era lo importante: el hacer pueblo, al servicio de todos, con sencillez y sin esperar nada a cambio.
Nuestra ropa no era de marca. Llevaba la marca de los remiendos y de los zurcidos. Pasaba de hermano a hermano; de primo de ciudad a primo de pueblo. Pero, no nos creíamos menos que los niños de la ciudad.
SÉPTIMA PARTE
SOCIALIZANDO
El guiñote para los hombres, el julepe para las mujeres. Estas no pisaban el bar. Se reunían en una casa y se jugaban las perragordas a las cartas. Los hombres se pasaban el día del domingo en el bar, después de los partidos de pelota en el frontón.
Pero el lugar donde las mujeres daban rienda a su imaginación y los rumores se divulgaban era el lavadero. Bajaban por la senda pedregosa de los peñascales, cargadas con los baldes de ropa sucia, y se disponían a enjabonarla con el jabón casero, hecho de grasa del cerdo, animal que nos daba todo, y sosa. Después la aclaraban en la pila de agua más clara, junto al río.
El horno del pueblo era otro lugar de encuentro donde las mujeres contaban sus alegrías y sus penas, mientras amasaban la harina o esperaban a que el pan estuviera bien cocido al calor de la leña de las carrascas.
Recibíamos las visitas, a la familia o nuestros amigos al fuego del hogar que ardía sin parar. Las llamas crepitando y el tic tac del reloj de la cocina eran el sonido monótono, frío, ardiente. El hogar calentaba, aunque el calor se iba por la chimenea. Y nos calentábamos hasta donde llegara la fuerza de las llamaradas. Pero la conversación de los mayores se alargaba y a los niños nos entraba el sueño.
La rifa de las rosquillas, durante el segundo día de las fiestas, era la ocasión para que los conocidos pasaran por el pueblo de visita y se llevaran las roquillas, como el regalo más cotizado.
Durante la verbena de las fiestas en el frontón viejo, la plaza de toda la vida, a los mozos viejos se les jaleaba. Las mujeres rodeaban en corro a los solterones y les cantaban:
(todos cantan):
¿Qué haces ahí viejo verde que no te casas, que te estás arrugando como las pasas?
Y a los mozos viejos les daba la risa.
Tomábamos el fresco. Solo en verano, que los inviernos eran más duros que los de ahora. Nevaba y los padres se veían en la obligación de hacer veredas entre la nieve si querían que los niños fueran a la escuela.
(suena de fondo la corneta y se oye: se venden….)
El pregón con la corneta era un sonido cotidiano. Se vendían sardinas superiores. Del pajarero. Las sardinas arenques se consumían en el bar. Se pisaban envueltas en papel de periódico para quitarles las escamas. Estaban tan saladas que el tintorro sabía mejor.
El pregón anunciaba concejo para el día siguiente. Las ventanas se abrían y todos escuchábamos.
- ¿Qué ha pregonado, que con la radio no nos hemos enterado?
-se oía decir.
-Que se venden sardinas superiores y que mañana concejo en el ayuntamiento.
Al oír la palabra concejo, los niños pensábamos que eso era cosa muy seria a la que solo podían asistir los hombres mayores. Las mujeres se quedaban en casa, haciendo la cena en el hogar. En la radio sonaban canciones de Luis Mariano o de la Piquer, o los seriales que hacían llorar a las madres.
AL FINAL DE LA SEPTIMA PARTE (SOCIALIZANDO)
Jose:
Llevo en Añavieja muchos años, pero no me ha quedado claro dónde estaba el horno. ¿Me lo puedes explicar?
Silvia:
Será un placer. Estaba situado detrás del frontón, enfrente del callejón del tío Telesforo y del Florián. El horno no tenía la presencia de otros edificios públicos como el pósito, la fuente o la iglesia. Era una instalación humilde, más simple y su material de construcción era el adobe y la piedra. Tenía una bóveda esférica de arcilla para aguantar las altas temperaturas. El suelo de baldosas de barro Y..
Jose:
Para, para, que te embalas. ¿Cómo se horneaba el pan?
Silvia:
Se cocía el pan por turno, previamente pedido y señalado por la hornera. Mi abuela Concha me hablaba de la tía Delfina como una buena hornera. Las mujeres llevaban al horno la masa de harina envuelta en piezas de lino o de lienzo, dentro de grandes cestos de mimbres. Las ponían en los poyatos del horno y aquí les daban la forma de hogazas, tortas de aceite o panecillos, antes de cocerlos en el fuego del horno.
Jose:
Veo que eso del horno era cosa de mujeres. ¿No hacían nada los hombres? Porque me extrañaría que me dijeras que no.
Silvia:
Los hombres abastecían al horno con la leña de las carrascas. Nada más.
Jose:
Y nada menos.
PARTE OCTAVA
NIÑOS, NIÑAS Y MILITARES
Siempre que veo la foto de los niños y niñas de la década de los sesenta, donde están el maestro don Agapito y su esposa, doña María, me pregunto dónde estaba, dónde se había escondido doña Pepita, la maestra. Quizás era alérgica a las fotos y nunca lo dijo.
Las niñas de la década de los 50 lucen lazos en el pelo, las del 60, turbantes. Un gran avance estilístico. Las zapatillas de trapo con el botón que las sujetaba eran la tónica en el calzado de los escolares. Esto no les impedía jugar a la gancha, al bote, al escondite, al chocolate inglés o a cualquier otro de los juegos que hoy han suplantado el móvil y la Tablet. Nos conformábamos con las pequeñas cosas de siempre. No necesitábamos nuevas tecnologías para ser felices.
La estufa de serrín de la escuela apenas calentaba y pasábamos frío, envueltos en los abrigos y las bufandas.
Y el día de jueves lardero, con los maestros como guías, nos dirigíamos hacia las Fuentezuelas cantando
“ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, tralará, vamos a contar mentiras. Por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas, tralará”.
Nuestros viajes de fin de curso eran al puente de San Felices a comer con la familia. Los padres pescaban cangrejos con los reteles, cangrejos autóctonos, mientras nos bañábamos en el río, rodeados de berrazas y esperando pescar algún barbo despistado.
Fueron tiempos de oscuridad, silencios y miedos. Teníamos miedo del cura, con sombrero o sin sombrero, por si no aprendíamos el catecismo para la comunión. Teníamos miedo del maestro, que nos pegaba sin ton ni son, para cumplir el dicho de que la letra con sangre entra. Teníamos miedo o, mejor dicho, pavor, a la guardia civil, que aparecía de dos en dos, con sus tricornios, persiguiendo algún cazador furtivo. Pero el mayor miedo de todos era el miedo al perro que estaba atado a la puerta de la entrada del pueblo. La casa grande del tío Silviano y la tía Gregoria. Era un miedo visceral, no podíamos con él. Era más un león que un perro. Era un perro leonado. Un león perruno. Un perro como Dios manda, no como los perros señoritos de hoy que pasean por las ciudades. Por cierto, se llamaba León. Era un mastín que impresionaba.
Los niños nos pasábamos el día entero por la calle. Nos olvidábamos de ir a merendar y las madres corrían detrás de nosotros con el trozo de hogaza y la tableta de chocolate en la mano. Pero se aprendieron el truco: vosotros veréis, pero el perro del tío Silviano se ha escapado y anda suelto por el pueblo. Corríamos a casa, como escopetas, como liebres, como la yasa después de la tormenta, como perseguidos por el demonio. El perro obró el milagro con los niños.
Vivíamos en el mejor de los mundos. En el paraíso. A pesar de nuestros miedos. En nuestro mundo sin tele, móviles, ordenadores, la imaginación volaba libre, sin intermediarios mediáticos. Los móviles os impiden ver la realidad, jóvenes añaviejeros. Soñábamos con héroes lejanos, con lugares inalcanzables, con paraísos imposibles. Nuestra niñez es la única patria a la que queremos volver. Volver a la felicidad infantil, al paraíso perdido. Para siempre.
El paraíso se terminó cuando a muchos de nosotros nos llevaron a estudiar fuera del pueblo. O cuando toda la familia tuvo que emigrar a la ciudad. La libertad de hacer lo que queríamos se acabó. De alguna manera, la inocencia, la felicidad, el paraíso infantil se remató, serré, serré, serré, se remató, como anunciaba el bueno del tío Marín en la rifa de las rosquillas.
Con los años, los niños que se asustaban de un perro fueron a servir a la patria y siguieron con sus miedos, al sargento chusquero o al brigada con malas pulgas. La mili era obligatoria y no sabéis, jóvenes añaviejeros, de la que os habéis librado.
EPÍLOGO
¡Ojalá el tiempo retrocediera y no avanzara sin piedad! Hemos aprendido que la felicidad de aquellos años consistía no en tener, sino en no necesitar. Los recuerdos se empequeñecen cuando se trata de la niñez. Se difuminan. Por eso, es preciso sacarlos a la luz. Es bueno recordar. Con los recuerdos salimos al encuentro de la inocencia. Lo que permanece son las obras. Las generaciones pasadas nos dejaron un buen legado: cariño por el pueblo, esfuerzo para salir adelante, sentido de comunidad ¡Recuperemos este legado! Por nuestro bien.
Solo acabar con un deseo: que la luz, la alegría y la paz reinen para siempre sobre la oscuridad, los miedos y los odios entre las gentes de esta tierra entrañable.
Esto es todo. Serré, serré, se remató.
Esperamos vuestras fotos para próximas actuaciones.
MUCHAS GRACIAS A TODOS.
La guerra atómica
- Por pascual-lopez-pablo
- El 02/03/2022
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LA GUERRA ATÓMICA
En agosto de 1945 se llevaron a cabo las únicas dos detonaciones de bombas atómicas con fines bélicos hasta la fecha, durante la Segunda Guerra Mundial. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki marcaron historia, pero desde entonces la tecnología en materia nuclear ha avanzado mucho. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki acabaron con gran parte del territorio en donde fueron lanzadas por los Estados Unidos y durante décadas esas regiones sufrieron las consecuencias de la radiación. Eso, con un potencial de apenas 15 kilotones y 21 kilotones respectivamente.
Los hongos nucleares de Hiroshima y Nagasaki, con toda la destrucción que ocasionaron, no alcanzan los 10.000 metros de altura, mientras que las bombas atómicas actuales norteamericanas B83 y Castle Bravo generan nubes de hongo de más de 20.000 y 30.000 metros de altura respectivamente. La Bomba del Zar rusa, con su hongo nuclear de más de 40.000 metros de altura, es la de mayor potencia.
Actualmente el 92% de las bombas atómicas están bajo el control de solo dos países: Estados Unidos (que posee 6.970 unidades) y Rusia (que posee 7.300 unidades). Esta última a su vez tiene en sus planes el desarrollo de una bomba atómica con el doble del potencial de la Bomba del Zar, alcanzando los 100 Megatones. Esta bomba fue responsable de la mayor explosión ocasionada por el ser humano hasta la fecha. Su detonación fue a unos 4 kilómetros al norte de Nueva Zembla, un archipiélago ruso, pero tuvo tanto poder que la onda de choque rompió vidrios a más de 900 kilómetros de distancia.
Existen más de 15.600 bombas atómicas en el mundo hoy en día, e Hiroshima se queda muy corta en potencial si la comparamos con los dispositivos nucleares modernos. Lo que todo el mundo desea es que no se utilizen. Que el dictador de Corea del Norte no desate un conflicto mayor entre las potencias nucleares reales, los dos estados que tienen mayor capacidad de destruir el mundo: Estados Unidos y Rusia. Porque no nos equivoquemos, las mayores atrocidades contra el planeta en los últimos 70 años las han cometido ellos. Con la guerra en Ucrania, país invadido por Putin con escusas intolerables, la posibilidad de un ataque nuclear no es imposible. El número de muertos en Hiroshima fue de 70.000, más otros tantos heridos. De éstos, la mitad lo fueron por los efectos mecánicos de la explosión, por la onda de presión o de choque y por quemaduras debidas a los incendios; una cuarta parte por quemaduras instantáneas producidas por la llamarada o fogonazo de la explosión, o, en términos más técnicos, por la onda de calor y un 1 5% por quemaduras y destrucción de tejidos causada por los rayos gama, una especie de rayos X muy potentes, que se producen en el estallido de la bomba. El 90 % de las muertes ocurrieron dentro de una distancia de 2 kilómetros y medio de la vertical de la explosión . Todos estos datos se refieren a las primeras bombas de uranio, que tenían un poder explosivo equivalente a 20.000 toneladas de trinitrotolueno. Las modernas bombas de hidrógeno pueden fabricarse de una potencia ilimitada. Se han construido y probado bombas de un poder igual y aún superior a 20 millones de toneladas de trinitrotolueno (20 megatones), mil veces más poderosas que la usada en Hiroshima. Esto no quiere decir que su efecto destructor sea 1.000 veces mayor. El radio de destrucción de una bomba debido a la onda de choque, es proporcional a la raíz cúbica de su poder explosivo . Una bomba mil veces más potente produce igual destrucción en un radio solamente diez veces mayor. Hemos visto que en Hiroshima el radio de destrucción completa fue por lo menos de 1 milla. Una moderna bomba de hidrógeno de 20 megatones destruiría totalmente, una superficie de 83.000 hectáreas. Esto significa que bastaría una sola de estas bombas para destruir Londres o Nueva York o Moscú o cualquiera de las grandes ciudades del mundo, con una parte de las aglomeraciones urbanas que las circundan.
Centenario de la Independencia de Irlanda
- Por pascual-lopez-pablo
- El 31/01/2022
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- En Irlanda
DÉCADA DE CONMEMORACIONES DE IRLANDA
Irlanda está en transición hacia su período más difícil, ya que el país celebra el centenario de la Guerra Civil.
La Guerra de la Independencia se detuvo con una tregua en julio de 1921 y se cerró con la firma del Tratado angloirlandés cinco meses después.
El Tratado estableció el Estado Libre de Irlanda (que entraría en vigor en diciembre de 1922, un año después de la firma del Tratado), otorgando al Estado de 26 condados el estatus de dominio autónomo dentro del imperio británico.
El acuerdo de compromiso establecía un Estado Libre y no incluía los seis condados de Irlanda del Norte.
Para muchos en el movimiento republicano representó una traición a aquello por lo que habían luchado y vio cómo comunidades, amigos y familias se dividían a medida que Irlanda se sumergía en un conflicto más violento.
La discusión sobre las conmemoraciones de este año se centrará en muchos temas e incidentes delicados. Aquí tiene el lector una cronología no exhaustiva de algunos de los eventos que probablemente se recordarán y se hablarán este año.
enero
7 de enero de 1922: después de semanas de largos y polémicos debates, el Dáil aprueba el Tratado angloirlandés por un total de siete votos (64-57).
9 de enero de 1922: Éamon de Valera dimite como presidente de Dáil Éireann.
10 de enero de 1922: De Valera pierde una moción para su reelección como presidente de Dáil por dos votos. Posteriormente, Arthur Griffith es elegido después de que De Valera y sus seguidores se retiran.
16 de enero de 1922: Michael Collins, en su papel de presidente del Gobierno Provisional, toma el control del Castillo de Dublín de manos del último virrey de Irlanda, Lord FitzAlan-Howard.
31 de enero de 1922: El Ejército del Estado Libre toma posesión de su cuartel general en Beggars' Bush Barracks en Dublín.
febrero
11 de febrero de 1922: cuatro agentes especiales del Ulster y un miembro del IRA mueren durante un tiroteo en la estación de tren de Clones, Co Monaghan. Muchas otras personas resultan heridas, incluidos civiles. Se suspende temporalmente la evacuación de las tropas británicas.
12-15 de febrero de 1922: estalla la violencia sectaria en Belfast, que mata a unas 30 personas y deja decenas de heridos. En un incidente, seis niños murieron cuando se arrojó una bomba al patio de una escuela católica en Weaver Street.
marzo
2 de marzo de 1922: El IRA anti-tratado aterriza un envío de armas alemanas en Helvick Head, condado de Waterford.
11 de marzo de 1922: después de un enfrentamiento, las fuerzas contrarias al tratado ceden el control de Limerick a las tropas pro-tratado.
15 de marzo de 1922: De Valera forma el partido político Cumann na Poblachta (Liga de la República) del ala anti-tratado del Sinn Féin.
26 de marzo de 1922: los oficiales del IRA anti-tratado celebran una convención en la que rechazan el tratado y repudian la autoridad del Dáil.
29 de marzo de 1922: el empresario católico Owen McMahon, cuatro miembros de su familia y uno de sus empleados son asesinados a tiros en la casa de la familia McMahon en Belfast. Los sobrevivientes del ataque dicen que los hombres armados vestían uniformes de policía. Se cree que el ataque es una represalia por el asesinato de dos policías el día anterior.
29 de marzo de 1922: Las fuerzas anti-tratado incautan grandes cantidades de armas, municiones y explosivos en Cobh, Co Cork. Los armamentos estaban esperando su envío a Inglaterra.
abril
13 y 14 de abril de 1922: alrededor de 200 soldados anti-tratado, liderados por Rory O'Connor y Liam Mellows, toman el control de Four Courts en Dublín.
26 de abril de 1922: Después de reunirse en Maynooth, la jerarquía católica emite una declaración apoyando la aceptación del Tratado.
mayo
1 de mayo de 1922: las fuerzas contrarias al Tratado toman más de 750.000 libras esterlinas en redadas en sucursales del Banco de Irlanda.
20 de mayo de 1922: Collins y De Valera acuerdan un pacto que establece que los candidatos del Sinn Féin en las elecciones generales de junio se seleccionarán de los lados a favor y en contra del Tratado en proporción a su fuerza Dáil existente. El pacto enfurece al gobierno británico y Collins y Griffith son convocados a Londres.
20-22 de mayo de 1922: 14 personas mueren en enfrentamientos sectarios en Belfast. El miembro del parlamento británico de West Belfast, WJ Twaddell, es asesinado a tiros.
31 de mayo de 1922: El tiroteo de dos policías en Belfast provoca represalias. 80 familias católicas son quemadas fuera de sus casas y ocho son asesinadas.
junio
16 de junio de 1922: los candidatos a favor del Tratado obtienen 58 escaños en las elecciones generales; Los candidatos en contra del Tratado ganan 36; Labor gana 17; Farmers Party gana siete; los partidos más pequeños y los independientes ganan 10.
18 de junio de 1922: una convención del IRA en Mansion House en Dublín se divide sobre la cuestión de reanudar la ofensiva contra las tropas británicas.
26 de junio de 1922: irregulares Anti-Tratado basados en los Cuatro Tribunales secuestran al General del Estado Libre JJ "Ginger" O'Connell en represalia por el arresto del oficial Anti-Tratado Leo Henderson.
27 de junio de 1922: Collins emite un ultimátum final a la guarnición de Four Courts para que se rinda antes de que sean atacados.
28 de junio de 1922: La Guerra Civil comienza definitivamente cuando el Gobierno Provisional comienza a bombardear los Cuatro Tribunales a las 4:15 am. Collins toma prestados dos cañones de campaña de 18 libras para llevar a cabo la ofensiva. Es el primer uso de artillería por parte del ejército del Estado Libre.
30 de junio de 1922: las fuerzas contrarias al Tratado abandonan las Cuatro Cortes. Una gran explosión hace estallar un ala de los Cuatro Tribunales, incluida la Oficina de Registro Público. Las tropas del Estado Libre afirman que el edificio fue minado.
Bombardeo de Four Courts
5 de julio de 1922: Termina la lucha en Dublín cuando las tropas Anti-Tratado se rinden o huyen. El líder republicano Cathal Brugha es herido de muerte frente al hotel Hamman después de negarse a rendirse, muere dos días después. Dublín está ahora bajo el control del gobierno provisional. Más de 300 personas murieron durante los enfrentamientos en la capital. La gran mayoría eran civiles.
20 de julio de 1922: Las ciudades de Limerick y Waterford caen ante el gobierno provisional. Más de 450 personas mueren en combates sectarios en Belfast durante junio y julio.
Miembro de los anti-tratado capturado por un soldado del Gobierno
agosto
8 de agosto de 1922: las fuerzas del Estado Libre realizan desembarcos marítimos en el condado de Cork. Más de mil hombres aterrizan en tres aterrizajes separados en Passage West, Youghal y Glandore. Hay fuertes combates en Rochestown cuando los irregulares intentan detener el avance del Estado Libre en la ciudad de Cork.
10 de agosto de 1922: las tropas del Estado Libre entran en Cork después de que las fuerzas Anti-Tratado abandonan la ciudad.
11 de agosto de 1922: las fuerzas anti-Tratado abandonan Fermoy, la última ciudad bajo su control. Los republicanos abandonan la política de ocupación de los pueblos y emprenden la guerra de guerrillas.
12 de agosto de 1922: el presidente del Dáil, Arthur Griffith, muere en el hospital a causa de una hemorragia cerebral. Tenía 51 años. Le sucede WT Cosgrave.
22 de agosto de 1922: Michael Collins muere en una emboscada en Béal na Bláth, Co Cork. El incidente tuvo lugar no lejos de la casa de su familia. Collins fue la única víctima del tiroteo. Se cree que el hombre que le disparó es Denis 'Sonny' O'Neill.
28 de agosto de 1922: Enormes multitudes llenan las calles de la capital mientras se lleva a cabo el funeral de Michael Collins en Dublín. Cinco civiles mueren en Westport, Co Mayo, después de que las tropas Anti-Tratado abrieran fuego contra una multitud que salía de una misa para Collins.
Funeral de M. Collins en las calles de Dublín
septiembre
9 de septiembre de 1922: Se reúne el tercer Dáil, WT Cosgrave es elegido presidente. Los miembros del parlamento contrarios al Tratado implementan una política de abstencionismo. Las tropas anti-Tratado atacan Kenmare, condado de Kerry. Matan a un oficial local del Estado Libre y toman prisioneros a 120 soldados del Estado Libre, pero luego los liberan. Capturan 110 fusiles y 20.000 cartuchos de munición.
28 de septiembre de 1922: el Dáil aprueba la legislación sobre poderes de emergencia del ejército. Entra en vigor al mes siguiente y faculta a los tribunales militares para imponer la pena de muerte. Un total de 77 republicanos en contra del tratado son ejecutados entre noviembre de 1922 y mayo de 1923.
octubre
3 de octubre de 1922: El Estado Libre ofrece una amnistía a los combatientes Anti-Tratado que entreguen sus armas y reconozcan al gobierno. Los ataques y enfrentamientos continúan en todo el país como lo habían hecho durante meses.
25 de octubre de 1922: Éamon de Valera establece un "Gabinete republicano" formado por TD antitratados.
29 de octubre de 1922: una columna del IRA Anti-Tratado toma Clifden, Co Galway, y captura a 80 soldados del Estado Libre, después de un tiroteo de 10 horas. Toman rifles y queman el cuartel antes de retirarse.
noviembre
17 de noviembre de 1922: se llevan a cabo las primeras ejecuciones de la Guerra Civil cuando cuatro hombres mueren en la cárcel de Kilmainham.
24 de noviembre de 1922: Erskine Childers es ejecutado. Childers fue arrestado a principios de mes luego de que se le encontrara en posesión de un revólver, que fue un regalo de Michael Collins. Había sido el jefe de la propaganda contra el Tratado.
diciembre
6 de diciembre de 1922: Nace el Estado Libre Irlandés después de ser establecido formalmente por la Cámara de los Comunes británica.
7 de diciembre de 1922: Seán Hales TD es asesinado a tiros cuando se dirigía a una reunión de Dáil. Leas Ceann Comhairle Padraic Ó Máille también resultó herida en el incidente.
8 de diciembre de 1922: en represalia por el asesinato de Hales, cuatro líderes contrarios al Tratado capturados en los Cuatro Tribunales en julio (Rory O'Connor, Liam Mellows, Dick Barrett y Joseph McKelvey) son ejecutados.
10 de diciembre de 1922: La casa de TD Seán McGarry es incendiada deliberadamente y su hijo muere en el incendio.
13 de diciembre de 1922: los republicanos liderados por Tom Barry toman Carrick-on-Suir, condado de Tipperary, en un ataque sorpresa. Capturan 107 rifles, dos ametralladoras Lewis y dos vehículos blindados, pero no intentan mantener la ciudad.
17 de diciembre de 1922: Los últimos soldados británicos abandonan el Estado Libre. Son los restos de una guarnición de 5.000 efectivos que se había mantenido en Dublín hasta ese momento.
19 de diciembre de 1922: Siete republicanos son ejecutados.
24 de diciembre de 1922: 22 miembros de una columna guerrillera Anti-Tratado son arrestados en la misa de medianoche en Curraheen, condado de Kerry.
Datos obtenidos de thejournal.es
ANEXO PARA LA LECTURA DE "LA ISLA REBELDE"
Pactos de la Moncloa de 1977
- Por pascual-lopez-pablo
- El 08/04/2020
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- En Memoria histórica
PACTOS DE LA MONCLOA DE 1977
Los que vivimos los últimos años del franquismo, la muerte del dictador, las luchas universitarias, la transición hacia la democracia con el referéndum de Reforma Política, las primeras elecciones democráticas recordamos la ilusión que supuso ver a políticos de todas las tendencias, incluidos los del viejo régimen de Alianza Popular, a empresarios y sindicatos reunirse en una mesa del palacio de la Moncloa para diseñar el futuro de la sociedad española. Sociedad inmersa en problemas sociales, políticos y económicos. Era el mes de octubre de 1977. La democracia no estaba asentada como pudo comprobarse el 23 de febrero de 1981. De esa reunión surgieron los Pactos de la Moncloa.
Hay que recordar que la inflación llegaba al 30% anual, que los parados emigraban a Europa, que los empresarios estaban acostumbrados a un sistema intervencionista, que los sindicatos acababan de ser legalizados.
Adolfo Suárez, elegido presidente democrático después de las elecciones generales de junio, pilotó las conversaciones con todos los sectores de la sociedad, junto a su ministro de Economía y Hacienda, Enrique Fuentes Quintana. Recordamos que la disposición de Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista, fue fundamental. Como lo fue la actitud dialogante del presidente de los empresarios, CEOE, Ferrer Salat. Los sindicatos UGT y los anarquistas de la CNT se opusieron al principio. El sindicato comunista CCOO mostró siempre su conformidad. Al final, solo los anarquistas dejaron de firmar los pactos.
Lo que se acordó puede resumirse en tres párrafos:
- En materia económica: despido libre hasta un máximo del 5% de la plantilla, derecho de asociación sindical, incremento de un 22% en los salarios para el año siguiente, devaluación de la peseta, reforma de la administración tributaria, control de capitales para evitar fugas al exterior.
- En cuanto a lo social: despenalización del adulterio y el amancebamiento, despenalización de los anticonceptivos.
- En el ámbito político: libertad de prensa, prohibición de la censura previa, libertad de expresión y de asociación política, derogación del sistema de partido único, el antiguo Movimiento Nacional, muy activo en aquellos años difíciles.
Medidas que luego serían recogidas en la Constitución aprobada en referéndum democrático en diciembre de 1978. Medidas que pueden resultar chocantes para las generaciones más jóvenes, pero que fueron un hito y un logro en 1977, dos años después de la desaparición del dictador.
Todos los partidos firmaron los Pactos de la Moncloa. El partido Alianza Popular, que recogía antiguos diputados y ministros del franquismo, como el mismo Fraga Iribarne, su presidente, no suscribió el plan en el ámbito político. Era mucho pedir a los defensores de un régimen autoritario.
Ahora que tanto se habla de reeditar los Pactos de la Moncloa, en tiempos de confinamiento por un virus mortífero, sería bueno refrescar lo que ocurrió en 1977. Los políticos actuales deben tomar ejemplo de la capacidad de diálogo de Suárez, Carrillo, González, Ferrer Salat, Marcelino Camacho, Nicolás Redondo y demás. No es bueno para la sociedad que los partidos conservadores de hoy se nieguen en banda a unos nuevos PACTOS DE LA MONCLOA. Por el bien de todos los ciudadanos, dialoguen y pacten.
Exhumación de fosas comunes en Soria
- Por pascual-lopez-pablo
- El 08/10/2019
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- En Memoria histórica
Exhumación de fosas comunes en Soria
Sólo en la provincia de Soria quedan por desenterrar más de 586 personas desaparecidas en los albores de la Guerra Civil. Los últimos cuerpos exhumados son los de cuatro hombres represaliados por el franquismo. Los fusilaron y enterraron en La Riba de Escalote, pueblo soriano de la comarca de la Tierra de Berlanga, donde destacan su Iglesia de San Miguel, la ermita de San Hipólito y la atalaya de Hojaraca, signo de una riqueza histórica que comparte con la mayoría de pueblos y comarcas de la provincia de Soria, rica en arte románico y restos celtas, íberos, árabes o romanos. En los años 30 del siglo pasado tenía una población cercana a los 350 habitantes. En la actualidad cuenta con menos de 20 habitantes, situación en la que se encuentran la mayoría de pueblos de esta provincia soriana y de la denominada España vaciada.
Han terminado ya las labores de exhumación de las dos fosas clandestinas en las que han sido hallados los restos mortales de cuatro civiles desaparecidos y asesinados en el año 36. La primera fosa fue excavada el pasado 24 de julio, y la segunda se abrió el sábado 5 de octubre. La Asociación Recuerdo y Dignidad se felicita por que este caso se haya judicializado: ahora a estas personas se las considera “víctimas” en vez de “restos arqueológicos”. Un delito que no prescibe hasta que sean identificados. La Asociación soriana Recuerdo y Dignidad (ASRD) se fundó hace once años en Soria. Desde allí, se encarga de las tareas relacionadas con el ámbito de la recuperación de la memoria histórica desde la perspectiva de los derechos humanos en relación con el alzamiento de parte de la cúpula del ejército español en 1936 contra la democracia y el pueblo español y la inmediatamente posterior dictadura fascista del General Franco.
Ya queda menos para que los restos mortales lleguen a sus familias y puedan darles una sepultura digna. Según testimonios recogidos por la Asociación Recuerdo y Dignidad, corresponderían a dos vecinos de Berlanga de Duero y dos de Soria. Los de Soria fueron fundadores de las Juventudes Socialistas, Silverio Lumbreras y Adolfo Morales; y los de Berlanga, tesorero de Unión Republicana y concejal, Alberto Rodrigo; y un jornalero, miembro de Izquierda Republicana, Gregorio Valdenebro. Tras su levantamiento por orden judicial y en presencia de agentes de la Guardia Civil, un estudio determinará cómo fueron asesinados, aunque a simple vista se aprecia disparos en sus cráneos. Están claros los motivos políticos de su asesinato.
Las tareas de limpieza y acondicionamiento de la zona de trabajo en torno a la fosa común encontrada el pasado julio en La Riba de Escalote comenzaban en julio y de forma simultánea se inspeccionaba el terreno cercano en busca de más fosas comunes que pudieran aparecer. La fosa común aparecía cuatro horas después a escasos seis metros de la primera, localizada en julio. En la fosa descubierta el 24 de julio había dos personas y en esta nueva fosa había otras dos, como ya intuía la Asociación Recuerdo y Dignidad. Los huesos estaban bien conservados y aparecieron varios objetos asociados a los mismos como hebillas, botones de nácar, unos gemelos, unas gafas, y restos de calzado.
La ayuda de los vecinos fue decisiva para la localización del paraje de enterramiento y colaboraron durante todo el día acercándose hasta la zona para tratar de delimitar la ubicación aproximada, siempre dentro de las mismas tierras de labor. Pero fue, de nuevo como en el caso de la fosa que albergaba a los maestros de Cobertelada, la comparación con una fotografía aérea antigua el elemento que acabó de señalar la ubicación más probable de enterramiento en la cual finalmente aparecieron los cuerpos. Según todos los testimonios recabados, habrían sido asesinados cuatro civiles el 16 de septiembre de 1936 estando bajo custodia militar.
Estos son los detalles de los cuatro asesinados:
- Adolfo Morales Ruiz. Natural de Gómara y residente en Soria, donde militaba y fue fundador de las Juventudes Socialistas y en UGT. Era comisionista y tenía 26 años cuando fue asesinado.
- Silverio Lumbreras Pérez corrió la misma suerte que Adolfo, junto a quien pasó por las cárceles de Soria y Almazán. Era electricista de 25 años de edad, perteneciente a las Juventudes Socialistas. Ambos fueron asesinados atados uno al otro, y enterrados del mismo modo.
-Gregorio Valdenebro Moreno, era jornalero de 28 años de edad, casado y perteneciente a Unión Republicana.
-Alberto Rodrigo León, sastre de 32 años, casado y con dos hijos, y concejal del Ayuntamiento de Berlanga, además de ser el Tesorero de Unión Republicana.
Desde este blog envío felicitaciones por la lucha y ánimos para seguir a la asociación Recuerdo y Dignidad.