Antonio Machado y Soria

Si alguien se acerca a Soria sentirá el espíritu de Machado por todos los rincones de la ciudad. Si viaja acompañado de un ejemplar de Campos de Castilla, su lectura le hará penetrar en el alma de la gente y los paisajes de Soria.

El Instituto Antonio Machado

La visita del Instituto de Educación Secundaria, que hoy lleva su nombre, es visita obligada. El aula, donde el poeta sevillano impartía francés a sus jóvenes discípulos, permanece en el mismo estado de principios del siglo pasado. No lejos de este centro de enseñanza, el visitante a Soria se topará con la casa que albergó a don Antonio Machado en sus primeros meses. Aquí, entonces una pensión para huéspedes, conoció a su Leonor. En la vía principal y más viva de Soria está el vetusto Casino donde el poeta pasaba interminables veladas hablando con sus amigos.

Antonio Machado y Leonor

Leonor era hija de la dueña de la pensión. Hay un rumor sin fundamento, extendido por Soria, que afirma que el poeta y la madre se entendían y que, para evitar comentarios malignos, se casó con la hija, una muchacha de apenas 15 años. La boda se celebró en la coqueta Iglesia de Santa María la Mayor, en la plaza del Ayuntamiento. Se recomienda hacer el corto recorrido que los novios (el poeta, de 34 años, y Leonor, en plena adolescencia), caminaron desde la pensión hasta la Iglesia. Aquel día 30 de julio de 1909 la sociedad de Soria, beata y conservadora, no toleró este casamiento y dedicó al novio, en su paseo nupcial, improperios e insultos.

No cabe duda, sea cierto o no el rumor antes aludido, que el amor de Machado por Leonor Izquierdo fue tan real, tan profundo, que solo un enamorado como él pudo escribir esos poemas que dedicó a su musa.

Después de unas temporada en París, donde Leonor enfermó, los Machado volvieron a Soria y residieron en una casa cerca del Mirón. Aquí encontraremos la senda de los enamorados, que baja hacia el río Duero. La pareja hacía cortos paseos, pues la enfermedad de Leonor era un obstáculo.

La tierra de Alvargonzález

Todos conocemos el triste final de Leonor y cómo el poeta quedó destrozado para siempre. Abandonó Soria en agosto de 1912, pocos días después de la muerte de su esposa. Una lápida en el cementerio del Espino, "el alto Espino donde está su tierra", recuerda a Leonor. Posteriormente, Antonio Machado afirmó que la única tierra que nos pertenece es la tierra en donde estamos enterrados. En Soria, el poeta dejó enterrado su corazón y un reflejo de esta amargura vital es su obra La tierra de Alvargonzález.

Es un relato agrio, triste, con unos personajes duros. El poeta quizás quiso describir la dureza de unas gentes, que le abuchearon el día de su boda. Quizás quiso vengarse de la reacción de unos lugareños poco acogedores y uraños.

A pesar de todo, a pesar de esta palpable enemistad de los sorianos de aquella época con don Antonio Machado, no cabe la menor duda de que las tierras, los paisajes, la luz, los campos, las sendas de Soria, cautivaron al poeta y siempre los llevó en lo más profundo de su alma. Y no les guardó rencor, como parecen insinuar estos versos machadianos:

Gentes del alto llano numantino

que a Dios guardáis como cristianas viejas

que el sol de España os llene

de alegría, de luz y de riqueza.

San saturio

Esta cita poética podemos leerla en una estela del camino que bordea el río Duero, serpenteando hasta la ermita de San Saturio. Antonio Machado hacía este camino casi a diario, contemplando los viejos olmos reflejados en las aguas oscuras.

Soria es conocida mundialmente por Antonio Machado. Y el poeta y su poesía son como son por los paisajes sorianos, por sus gentes y por una joven nacida en Soria, Leonor. Un viaje a Soria ciudad y a las tierras del Alvargonzález, camino de la Laguna Negra, darán al viajero lector una visión real de la poesía machadiana.

 

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