Camino de Santiago (IV): por tierras castellanas
- Por pascual-lopez-pablo
- El 07/02/2018
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- En Ecología y educación
Camino de Santiago (IV): por tierras castellanas
Continuamos el camino, con los aspectos ecológicos como punto de referencia. Llegamos a tierras castellanas. Redecilla del Camino es la primera población que el pregrino encontrará en Castilla, en la provincia de Burgos. Es un pueblo de tradición templaria, agazapado entre los ríos Reláchigo y Zamaca. En Belorado las cuevas naturales fueron utilizadas por los remitas durante la Alta Edad Media. Villafranca recuerda la ave esotérica de los viajeros compostelano. Se trata de la oca. Los peregrinos, cuentan las leyendas, cruzaban estas tierras, peligrosas por los bandidos que les asaltaban, protegidos por la fuerza de este animal vinculado a los tres elementos: agua, aire y tierra, porque las ocas nadan bien, vuelan mejor y andan ligeras. Los caminantes practicaban el juego de la oca, en agradecimiento; en las casillas del tablero de la oca estaban representados los peligros que se presentaban en la vida o en el camino. Junto a la ermita de la Virgen de la Oca surge un manantial de aguas salutíferas, donde beben los peregrinos. La leyenda sobre la muerte San Indalecio, evangelizador de la zona, está relacionada relacionada con el manantial. En San Juan de Ortega se atraviesa la vía verde del ferrocarril minero, cerca de Atapuerca.
El río Arlanzón recibe a los caminantes al llegar a Burgos. Su catedral gótica, su Cartuja, su monasterio de las Huelgas, son símbolos del Camino de Santiago. Desde la fortaleza de Castrojeriz el peregrino podrá divisir la magnífica naturaleza burgalesa. Antes de abandonar tierra burgalesas, tras cruzar el río Pisuerga por el puente de piedra de Fitero, descubrirá la frescura del cauce, antes de entrar en tierra palentinas.
El viajero entra en Tierra de Campos, una árida comarca que, durante los meses estivales, atrae los rayos solares y es un momento duro en el caminar. La escasez de vegetación es eterna. En los escasos pastos las ovejas se alimentan para ofrecer al viajero uno de los lujos gastronómicos de la zona, el queso de oveja palentino. Las esclusas del Canal de Castilla permiten el paso hacia el objetivo final. Carrión de los Condes, llena de monumentos icónicos del camino, es el final en tierras palentinas, el final de la áspera horizontalidad del paisaje, solo roto por los esqueletos de adobe de los palomares.
En Sahagún, en la Tierra de Campos leonesa, el panorama cambia: la fértil ribera del río Cea se presenta como un alivio después de jornadas a la intemperie soleada. En la capital, aconsejo que el peregrino aproveche la paz de los monumentos que puede visitar y en ellos relajarse o pasear: claustro de la catedral, palacio de los Guzmanes. En Trobajo del Camino se podrá contemplar una magnífica panoráminca de León, con el sinuoso curso del río Bernesga. Si hay fuerzas en la reserva, es una experiencia única desviarse hacia la Maragatería. En Foncebadón, en lo alto del monte Idago, se alza la Cruz de Ferro, un mástil de madera de roble de cinco metros de altura, coronado por la cruz de hierro. Pasar por este lugar, con los primeros rayos del sol cubriendo el horizonte, es un momento sobrecogedor. Mirando al sur, se contemplará la silueta de la montaña sagrada de la Maragatería, el Teleno. Las laderas de los montes sagrados del Bierzo, los Aquilanos, están horadadas de grutas naturales utilizadas por los peregrinos y por los primeros predicadores del cristianismo. Villafranca es la última etapa en tierras leonesas del Bierzo, antes de adentrarse en la agreste y sinuosa subida a O Cebreiro, en Lugo.
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