narraciones

Un amigo de Antonio Machado exhumado en un pueblo soriano

Los restos de Francisco Romero Carrasco, profesor de matemáticas en Guadalajara, amigo del poeta Antonio Machado, con quien fundó en 1919 la Universidad Popular de Segovia, fueron exhumados a finales de Octubre en el paraje de Los Tomillares, en el término del pueblo soriano de Cobertelada, cercano a la villa de Almazán. También fueron exhumados los restos de otros cinco represaliados al comienzo de la guerra.

Memoria historica

Franciso Romero y Machado coincidieron en Segovia, donde compartieron pensión. Solían asistir a las tertulias del Casino segoviano. Aquí surgió la idea de la Universidad Popular, con un objetivo ilusionante: llevar la cultura al mundo obrero.

El poeta dedicó a su amigo matemático un poema en el día de su boda, Bodas de Francisco Romero, publicado en 1923:

Porque leídas fueron

las palabras de Pablo,

y en este claro día

hay ciruelos en flor y almendros rosados

y torres con cigüeñas,

y es aprendiz de ruiseñor todo pájaro,

y porque son las bodas de Francisco Romero,

cantad conmigo: Gaudeamus!

Ya el ceño de la turbia soltería

se borrará en dos frentes fortunati ambo!

De hoy más sabréis, esposos,

cuánto la sed apaga el limpio jarro,

y cuánto lienzo cabe

dentro de un cofre, y cuántos

son minutos de paz, si el ahora vierte

su eternidad menuda grano a grano.

Fundación del querer vuestros amores

—nunca olvidéis la hipérbole del vándalo—

y un mundo cada día, pan moreno

sobre manteles blancos.

 

De hoy más la tierra sea

vega florida a vuestro doble paso.

 

Romero fue director de las colonias de la Institución Libre de Enseñanza y había estudiado metodología de las Matemáticas en Francia, Bélgica y Suiza. Cuando se produjo la sublevación franquista acababa de obtener una beca para continuar su formación e investigación en Europa. No pudo ser. Un pelotón de fascistas acabó con todas sus ilusiones.

Una de las Asociaciones de la Memoria Histórica, Recuerdo y Dignidad de Soria, logró encontrar el lugar de los enterramientos, después de hablar con los ancianos de Cobertelada, testigos del fusilamiento. Según los datos facilitados, a un metro de profundidad, en estos campos que rodean la localidad de Cobertelada, se hallan los restos mortales de seis hombres asesinados por el franquismo. No se trata de políticos, guerrilleros ni sindicalistas; su trabajo era muchísimo más peligroso para el nuevo régimen: Eran maestros de escuela. En Soria no hubo combates. Aquí triunfó enseguida la rebelión militar. Los maestros no llevaban pistolas. Aquí no hubo guerra; solo represión.

Uno de los fusilados era Eloy Serrano, maestro del pueblo de Cobertelada. Todavía hay ancianos que recuerdan al buen maestro, ejemplar, que les hacía pensar por sí mismos. El cura del pueblo denunció al maestro. El presidente de Recuerdo y Dignidad de Soria habla así del maestro en un periódico: "Eloy tuvo un enfrentamiento con este religioso. Fue el día del Corpus. El maestro acompañaba a varios de sus alumnos al colegio cuando el sacerdote le instó a llevarlos a misa. Eloy le dijo: "Primero la escuela y después la iglesia". Fue su sentencia de muerte".

Eloy Serrano fue sacado de la prisión de Almazán, en la que había sido encarcelado, junto a otros cinco hombres con historias y "delitos" similares. Varios agricultores, testigos del fusilamiento, se encargaron de enterrarlos a la mañana siguiente.

Las investigaciones sobre las desapariciones comenzaron hace años, cuando un familiar del maestro de Cobertelada, Eloy Serrano Forcén, de 22 años y natural de Rioseco de Soria, solicitó a Recuerdo y Dignidad la investigación y localización del paradero y las circunstancias de su muerte. Tiempo después, otra familia reclamó los restos del maestro de Ajamil (La Rioja) Hipólito Olmo Hernández, de 42 años y vecino de Barahona.

Merced al trabajo de Recuerdo y Dignidad y a la colaboración de los vecinos, una pala excavadora descubrió la fosa donde yacen los cuerpos de estos seis civiles asesinados dentro de la represión que acompañó al golpe de estado fallido de 1936. Además de Eloy Serrano e Hipólito Olmo, en la fosa común se encontró un tercer maestro, Elicio Gómez Borque, de 23 años, natural de Velilla de los Ajos y vecino de La Seca, quien ya ha sido reclamado por su familia. Las otras dos personas asesinadas en Cobertelada son el maestro Victoriano Tarancón Paredes, de 26 años y natural de Barahona, y un vecino de Ateca (Zaragoza) llamado Martín Artola Morrás, de 35 años.

 

Miguel Hernández en Jaén, Abril de 1937

Miguel Hernández en Jaén, Abril de 1937

 

  El poeta murciano Miguel Hernández fue testigo del bombardeo que sufrió Jaén el primer día de Abril de 1937. Se hallaba en la ciudad andaluza destinado por el Gobierno de la República, en calidad de comisario de cultura para dirigir el periódico Altavoz del Frente Sur. Días antes se había casado en Orihuela con Josefina Manresa, nacida en el pueblo jienense de Quesada.

 En los artículos que escribió relata el drama sufrido por la ciudad de Jaén y sus gentes:

“...los familiares a los que cogió fuera lloraban desesperados en los escombros...un niño de unos diez años, muriendo entre una puerta y la pared...Todo el tiempo que duró el bombardeo lo pasamos en un patio que había allí, y yo hacía lo que veía hacer a los demás. Me ponía las manos en la cabeza.”

  Pasadas las cinco y cuarto de la tarde de aquel fatídico día, una escuadrilla de bombarderos Junkers y cazas alemanes surgió desde el sur para sembrar de cadáveres las calles y dejar un río de sangre en una ciudad en calma. Jaén se mantenía fiel a la República desde el inicio de la guerra. El gobernador civil, Luis Ríos, dio armas a los milicianos, que pudieron defenderse del ataque rebelde. El general Queipo de Llano ordenó el ataque aéreo como represalia por las bajas nacionales en Córdoba.

Miguel hernandez

  Fue el primer bombardeo contra la población civil. Después vendrían Durango, Gernika, Barcelona, y muchas otras ciudades europeas durante la Segunda Guerra Mundial. El poeta de Orihuela pudo observar en directo las consecuencias del ataque: más de ciento cincuenta muertos y cientos de heridos; mujeres y niños destrozados cuando hacían fila para comprar carbón en el barrio de la Fontanilla; el desfile de familiares al cementerio para reconocer a sus muertos; el desconcierto de los médicos y enfermeras en los hospitales, por no poder atender a todos los heridos; el abandono de la ciudad  por parte de muchos que huyeron a las huertas, a los caseríos o a los cortijos.

  Días después Miguel Hernández se queja en un artículo para su periódico de la pasividad de los hombres: “...yo veo que muchos de sus hombres se conforman con gritar y se previenen contra otro posible bombardeo, yéndose a vivir debajo de los olivos. Esta actitud estática, pasiva, fatalista y torpe exaspera al combatiente más templado ¿Por qué no se ocupan esos hombres en la construcción de refugios para sus hijos y esposas, o por qué  no colaboran con los que llevan nueve meses bajo la lluvia y las balas, conquistando la tierra que a todos no quieren arrebatar?”

  Durante los meses que estuvo en Jaén, Miguel Hernández escribió dos de los poemas que más le identifican, Vientos del Pueblo y Aceituneros. Este último es el himno oficial de la provincia de Jaén.

 

Historias y narradores

 Nos encontramos muchas veces que las historias se cuentan según la ideología del historiador, pocas veces son objetivas. Si son los personajes que las han vivido los mismos narradores, la historia adquiere una visión única, como si una cámara de televisión hubiera grabado cada momento de sus vidas.

 

   El libro de relatos "Antes que la memoria nos abandone" es así: Unos personajes que viven la guerra civil y la posguerra. No pretenden engañar, no es su objetivo, sólo desnudar su alma y su mente lo es. Los relatos que nos cuentan Nazario y Cesáreo tienen mucho de ficción, pero, a la vez, están basados en experiencias reales. La sufrida, mísera, oscura, reprimida vida de la España guerrera y de la España franquista.

 

Pese a todo, un libro de ficción, por muchas raíces que tenga en la realidad, nunca será neutral. La literatura no puede ser neutral. La historia debe reflejar la realidad dura y cruda. "Antes que la memoria nos abandone" es una mezcla de sentimientos y vivencias reales, de literatura y de historia. De realidad y ficción. 

Narraciones de la memoria

 
 
   La historia de nuestros pueblos es rica en detalles, en tradiciones, en ritos, que están quedando arrinconados y que solo los ancianos han vivido. Pero para conocerlos, es imprescindible sacarlos a la luz, bien a través de la expresión oral, algo perdido con el tiempo, o bien a través de relatos escritos, que reflejen el pasado.
 
   Todos hemos oído a nuestros antepasados historias sobre la guerra civil y la posguerra, pero muchos pormenores han quedado velados por miedo o vergüenza. Hay que pensar que el régimen franquista fue una época de represión, terror, miedo. Todas las dictaduras infunden pavor para perpetuarse en el poder.
 
   El libro de relatos "Antes que la memoria nos abandone" intenta paliar este vacío:
 
En Antes que la memoria nos abandone dos amigos de la infancia vuelven a juntarse en el lugar que les vio nacer. En sus últimos días rememoran las historias que han perdurado en su memoria.  Sus relatos transcurren en la realidad de una guerra cruel y una posguerra llena de privaciones. Pocos como el Naza y el Cesarín, representantes de una generación anónima, han sufrido tan intensamente los avatares que la vida tenía reservados para las gentes de esta España indomable y guerrera.
Pablo Pascual nos presenta una mezcla de mundo real y ficticio, cuyos personajes reflexionan sobre el pasado y el porvenir con una sinceridad que puede resultar escandalosa y con un lenguaje irónico y saturado de crítica social y política
Los personajes  transportan al lector a una realidad cruda.  Sus relatos están entrelazados y, a la vez, conservan una autonomía clara. Aquí radica la originalidad de este libro. Los relatos de Nazario y Cesáreo mezclan un mundo real, vivido por los protagonistas, con un mundo de ficción, soñado por el autor y reflejado en el libro.
 

   Los jóvenes no han revivido la guerra de sus bisabuelos, porque la tradición oral se ha perdido. No han oído siquiera de sus horrores. Saber lo que ocurrió le ayudará a no repetir lo vivido. Mucho de los problemas endémicos de nuestras tierras y de nuestras gentes tienen su origen en la herida abierta con la guerra civil, herida todavía no cerrada, supurando maldades.

 

   En los años cuarenta del siglo pasado, en los cincuenta o sesenta, incluso en los setenta, toda la familia se sentaba alrededor de la mesa, se hablaba, se escuchaba al otro, se escuchaba, a veces, la radio. Siempre había un momento para el relato de historias, de leyendas, de confidencias. Pero aquello se acabó porque un aparato, la caja tonta, la televisión, se instaló en el rincón de la cocina, del comedor, del salón. La gran mesa quedó relegada y apartada a un rincón, para que la televisión fuera la reina del espacio.

 

 

Portugal: fin de la monarquía

Mi próximo libro aparecerá a finales del año actual o principios del próximo. Está ambientado en Cascais, ciudad monárquica por excelencia, donde los reyes ubicaron su residencia de verano. El lector puede saborear los últimos días de la monarquía en Portugal. Algunos de los personajes que aquí se nombran forman parte de mi nueva obra, mezcla de ficción y realidad.362

El día 5 de Octubre de 1910 José Relvas proclamó, desde el balcón del Ayuntamiento de Lisboa, que Portugal era una República y por lo tanto la monarquía decía adiós a casi ocho siglos de existencia.

El último rey de Portugal

El día 3 de Octubre de 1910, el rey Manuel II de Potugal estaba cenando con el presidente de Brasil, Hermes de Fonseca, en el Palacio de Belém, cuando oyeron disparos fuera del recinto real. El presidente de Brasil acabó la cena y se apresuró a su barco anclado en el río Tajo, mientras el rey volvió a su residencia habitual, el Palacio de Nesessidades, en la Plaza del Mercado, en lo que hoy es el Ministerio de Asustos Exteriores, en la misma orilla del río.

Al día siguiente, por la tarde, las granadas, arrojadas desde un barco de guerra situado en el Tajo, golpearon el Palacio residencial. Al rey le aconsejaron que saliera de Lisboa. Buscó refugio en el Palacio de Mafra, a 30 kilómetros al oeste de la capital portuguesa. Allí se le unieron su madre, la Reina Amélia de Orleans y Braganza, y su abuela, Doña María Pía de Saboya, que había llegado desde Sintra.

Al Palacio de Mafra llegaron las noticias de la proclamación de la República y la familia real fué trasladada al pueblo pesquero de Ericeira donde subieron al yate real Amelia. Fué una despedida sombría y triste. La reina, la última reina portuguesa, dijo adiós a la gente del pueblo y afirmó que volvería. Y lo hizo, pero 35 años después. Su hijo, que entonces tenía 21 años, fué el último rey de Portugal. Moriría en Fulwell Park, Twickenham, cerca de Londres, en 1932, a la edad de 43 años.

De la Monarquía a la República: razones del cambio

El partido republicano, fundado en 1876, ganaba año tras año más apoyo entre la clase media y las élites intelectuales. Había organizaciones republicanas en cada ciudad de Portugal lo mismo que en las colonias. La constitución monárquica garantizaba la libertad de expresión, desde el año 1822.

Los republicanos se centraban en dos ideas clave: el anticlericalismo y el patriotismo. A la Iglesia y, en especial, a las órdenes religiosas se les culpaba de todo lo negativo de la sociedad portuguesa: la corrupción muy extendida, el estado lamentable de la educación y el atraso del país.

Po otra parte, el rey Carlos I accedió a las peticiones inglesas y retiró sus tropas de los territorios ocupados a lo largo del Nilo, en Enero de 1890. Así los ingleses pudieron explotar las riquezas de esta zona, que legítimamente pertenecía a Portugal, de acuerdo con la Conferencia de Berlín de 1872.

Al rey lo acusaron de traidor, débil y poco patriota, culpándole de la humiliación sufrida por el ejército portugués y las finanzas. El desenlace fatal de este hecho fué el asesinato del rey y de su hijo, el príncipe heredero Luis Felipe. Tres miembros del brazo armado del Partido Republicano fueron los ejecutores. Sucedió el 1 de Febrero de 1908.