represión
Badajoz: Antes, durante y después de la Guerra Civil: 1932
- Por pascual-lopez-pablo
- El 28/11/2017
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- En Memoria histórica
Apéndice a DIARIOS DE LA REINA DEL OCÉANO:
Badajoz: Antes, durante y después de la Guerra Civil: 1932
En la provincia de Badajoz se produjeron conflictos sociales que contribuyeron a acrecentar los odios. Los obreros del campo veían a la Iglesia como una organización que apoyaba a los de arriba. Esto ocasionó infinidad de incidentes. El alcalde de Fuente de Cantos impuso un impuesto de 10 pesetas por tocar las campanas los primeros cinco minutos y de 2 pesetas por cada minuto adicional. El alcalde de Fregenal de la Sierra prohibió por completo tocar las campanas y gravó con un impuesto los funerales religiosos. Se quemaron iglesias en Campanario, Casas de Don Pedro, Peñalsordo y Orellana de la Sierra. En Villafranca de los Barros, la mayoría socialista del ayuntamiento aprobó en Abril de 1932 la retirada de la estatua del Sagrado Corazón de la plaza del Altozano. La empobrecida localidad de Castilblanco los vecinos asesinaron a cuatro guardias civiles en un estallido de violencia colectiva, en venganza por la prolongada y sistemática opresión que estaban padeciendo. La Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, el sindicato de jornaleros socialista, había convocado una huelga de cuarenta y ocho horas en la provincia con el propósito de denunciar las infracciones de los terratenientes a la ley de reforma agraria. El 31 de Diciembre de 1931, por orden del alcalde, la Guardia Civil abrió fuego contra una manifestación de huelguistas, que se saldó con un muerto y dos heridos. Los huelguistas se enfrentaron a los cuatro guardias y los mataron a palos. Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, comparó a los trabajadores de Castilblanco con las tribus de moros contra los que había combatido en Marruecos. La prensa recogió sus palabras y se extendieron por todo el país. Las crónicas presentaron a los vecinos de Castilblanco, y por extensión a todos los campesinos, como una raza inferior. Muchas de las descripciones de los periódicos de la derecha faltaban a la verdad cuando hablaban de que una mujer había bailado encima de los cadáveres de los guardias o cuando insistían en que los obreros del campo necesitaban un escarmiento como lo tuvieron las tribus del Rif después del desastre de Annual.
La Guardia Civil, siempre al lado de los terratenientes, contribuyó al ambiente de violencia. Tres días después de los sucesos de Castilblanco murieron 2 personas en Zalamea de la Serena, el pueblo donde se desarrollan los hechos de El Alcalde de Zalamea de Calderón de la Barca. En la localidad de Salvaleón, también de la provincia de Badajoz, el día 1 de Mayo de 1932 los afiliados a la FNTT (Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra) organizaron un baile y cantaron la Internacional a la puerta de la vivienda del alcalde socialista. El enfurecido comandante de la Guardia Civil ordenó abrir fuego y causaron la muerte de dos hombres y una mujer.
En otoño de 1932, desesperados por la falta de trabajo y de alimentos, los yunteros pusieron en marcha una serie de invasiones de las fincas no cultivadas. Con banderas, música, en familia o en pandillas, entraban en las fincas al amanecer y empezaban a arar las tierras. El 1 de Noviembre, el Ministro de Agricultura, Marcelino Domingo, legalizó de manera temporal las ocupaciones de tierras para 18.500 campesinos en Badajoz. Los ganaderos terratenientes reaccionaron con hostilidad por el decreto que les obligaba a cultivar las tierras que ellos dedicaban al pastoreo.
APÉNDICE A "DIARIOS DE LA REINA DEL OCÉANO": BADAJOZ: ANTES, DURANTE Y DESPUÉS DE LA GUERRA CIVIL- La República: 1931-32
- Por pascual-lopez-pablo
- El 27/10/2017
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Badajoz: La República(1931
Apéndice a DIARIOS DE LA REINA DEL OCÉANO
Los primeros gobiernos de la República se ven obligados a un apresurado reparto de los latifundios para evitar que los campesinos hambrientos los tomen por la fuerza. Los trabajadores del campo no tienen contrato, están subempleados, en el paro. Así, la propaganda revolucionaria les atrae. La gran mayoría de trabajadores agrícolas extremeños son anarquistas. En cuanto a los aparceros, muchos estaban fuertemente endeudados con los prestamistas locales. En Mayo de 1931, el ministro de Trabajo, Largo Caballero decretó que sólo se podría expulsar a los arrendatarios si no pagaban las rentas o no cultivaban la tierra. Los terratenientes tendrían que pagar las mejoras que hubieran hecho los arrendatarios, cuando estos renunciaran al arrendamiento. También podrían conseguir una reducción en la renta si había mala cosecha o si los ingresos que daba la tierra eran menores a la renta a pagar. Introdujo la jornada de ocho horas y se permitirían las horas extras pagadas. Se crearon unos jurados de arbitraje, formados por terratenientes y campesinos, que decidirían las disputas laborales y salariales; los propietarios tenían que ofrece trabajo a los habitantes de la población antes de hacer oferta a forasteros. Parecía que la ley favorecía por fin a los más pobres. Los salarios se doblaron. Era el comienzo de la reforma agraria que tanto tiempo estaban esperando.
En Marzo de 1932, el nuevo ministro de Agricultura, presentó un plan para la reforma del campo: se empezarían a expropiar tierras, indemnizando a los propietarios, excepto en el caso de las tierras de los grandes nobles u otros que se habían apropiado de sus fincas en el siglo XIX, al acotar como fincas privadas lo que antes era suyo meramente a título administrativo, según acuerdos feudales abolidos en 1811. Los trabajadore sin tierra serían los primeros en la lista de los que desearan asentarse en la nueva tierra, pero no podrían vender, hipotecar o arrendar la tierra que recibieran: el Estado sería el nuevo propietario. Se creó un Instituto de Reforma Agraria para fomentar la enseñanza técnica, la inversión y el regadío.
La fincas expropiadas serían: las que fueron compradas con fines de especulación o con el único objeto de percibir una renta; las que constituyeron señoríos jurisdiccionales y que se hayan transmitido hasta llegar a sus actuales dueños por herencia, legado o donación; las incultas o manifiestamente mal cultivadas; las que debiendo haber sido regadas por existir embalse y establecer la ley la obligación del riego no lo hayan sido aún; las explotadas sistemáticamente en régimen de arrendamiento a renta fija, en dinero o en especie, durante doce años o más; las propiedades que en cada término municipal excedan las cifras que señalen las juntas Provinciales, que han de estar comprendidas dentro estos límites: en secano las tierras dedicadas al cultivo herbáceo en alternativa, de 300 a 600 Has.; los olivares asociados o no a otros cultivos, de 150 a 300 Has.; las tierras dedicadas al cultivo de la vid, de 100 a 150 Has.; las tierras con árboles o arbustos frutales en plantación regular de 100 a 200 Has.;las dehesas de pasto y labor, con arbolado o sin él, de 400 a 750 Has.
La ley se aprobó en Septiembre de 1932. Pero no hubo ninguna urgencia en ponerla en práctica. En Extremadura se intentó acelerar el proceso con el Decreto de Intensificación de Cultivos de Octubre de 1932, que permitía la ocupación de fincas que habían dejado de ser arrendadas y se dedicaban sólo al pastoreo. Esta medida dio trabajo a unas cuarenta mil familias cuyos miembros estaban en paro y no tenían ninguna posesión. Pero había cientos de miles en esta situación. Las esperanzas de los campesinos se vieron frustradas. Podría haberse hecho más para reducir la miseria de la vida agrícola. Los gobiernos de la derecha del bienio negro cortaron cualquier resquicio para el cambio.
La reacción de los terratenientes a la reforma fue uno de los factores que fomentaron la violencia entre los dos bandos tan distantes. En los latifundios extremeños, como en la mayoría de toda España, se desobedecieron las leyes agrarias por sistema. Los jornaleros afiliados a sindicatos socialistas o anarquistas se encontraron con un cierre patronal o la tierra se dejaba sin cultivar. Se les negaba el trabajo al grito de ¡comed República! Los braceros trabajaban de sol a sol sin recibir el salario por las horas extra. Los campesinos hambrientos que cogían las bellotas o las aceitunas del suelo para alimentarse eran brutalmente apaleados por la Guardia Civil o los guardias armados de las fincas.
APÉNDICE: BADAJOZ: ANTES, DURANTE Y DESPUÉS DE LA GUERRA CIVIL- La República: 1931-32
- Por pascual-lopez-pablo
- El 27/10/2017
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Badajoz: La República(1931-32)
Los primeros gobiernos de la República se ven obligados a un apresurado reparto de los latifundios para evitar que los campesinos hambrientos los tomen por la fuerza. Los trabajadores del campo no tienen contrato, están subempleados, en el paro. Así, la propaganda revolucionaria les atrae. La gran mayoría de trabajadores agrícolas extremeños son anarquistas. En cuanto a los aparceros, muchos estaban fuertemente endeudados con los prestamistas locales. En Mayo de 1931, el ministro de Trabajo, Largo Caballero decretó que sólo se podría expulsar a los arrendatarios si no pagaban las rentas o no cultivaban la tierra. Los terratenientes tendrían que pagar las mejoras que hubieran hecho los arrendatarios, cuando estos renunciaran al arrendamiento. También podrían conseguir una reducción en la renta si había mala cosecha o si los ingresos que daba la tierra eran menores a la renta a pagar. Introdujo la jornada de ocho horas y se permitirían las horas extras pagadas. Se crearon unos jurados de arbitraje, formados por terratenientes y campesinos, que decidirían las disputas laborales y salariales; los propietarios tenían que ofrece trabajo a los habitantes de la población antes de hacer oferta a forasteros. Parecía que la ley favorecía por fin a los más pobres. Los salarios se doblaron. Era el comienzo de la reforma agraria que tanto tiempo estaban esperando.
En Marzo de 1932, el nuevo ministro de Agricultura, presentó un plan para la reforma del campo: se empezarían a expropiar tierras, indemnizando a los propietarios, excepto en el caso de las tierras de los grandes nobles u otros que se habían apropiado de sus fincas en el siglo XIX, al acotar como fincas privadas lo que antes era suyo meramente a título administrativo, según acuerdos feudales abolidos en 1811. Los trabajadore sin tierra serían los primeros en la lista de los que desearan asentarse en la nueva tierra, pero no podrían vender, hipotecar o arrendar la tierra que recibieran: el Estado sería el nuevo propietario. Se creó un Instituto de Reforma Agraria para fomentar la enseñanza técnica, la inversión y el regadío.
La fincas expropiadas serían: las que fueron compradas con fines de especulación o con el único objeto de percibir una renta; las que constituyeron señoríos jurisdiccionales y que se hayan transmitido hasta llegar a sus actuales dueños por herencia, legado o donación; las incultas o manifiestamente mal cultivadas; las que debiendo haber sido regadas por existir embalse y establecer la ley la obligación del riego no lo hayan sido aún; las explotadas sistemáticamente en régimen de arrendamiento a renta fija, en dinero o en especie, durante doce años o más; las propiedades que en cada término municipal excedan las cifras que señalen las juntas Provinciales, que han de estar comprendidas dentro estos límites: en secano las tierras dedicadas al cultivo herbáceo en alternativa, de 300 a 600 Has.; los olivares asociados o no a otros cultivos, de 150 a 300 Has.; las tierras dedicadas al cultivo de la vid, de 100 a 150 Has.; las tierras con árboles o arbustos frutales en plantación regular de 100 a 200 Has.;las dehesas de pasto y labor, con arbolado o sin él, de 400 a 750 Has.
La ley se aprobó en Septiembre de 1932. Pero no hubo ninguna urgencia en ponerla en práctica. En Extremadura se intentó acelerar el proceso con el Decreto de Intensificación de Cultivos de Octubre de 1932, que permitía la ocupación de fincas que habían dejado de ser arrendadas y se dedicaban sólo al pastoreo. Esta medida dio trabajo a unas cuarenta mil familias cuyos miembros estaban en paro y no tenían ninguna posesión. Pero había cientos de miles en esta situación. Las esperanzas de los campesinos se vieron frustradas. Podría haberse hecho más para reducir la miseria de la vida agrícola. Los gobiernos de la derecha del bienio negro cortaron cualquier resquicio para el cambio.
La reacción de los terratenientes a la reforma fue uno de los factores que fomentaron la violencia entre los dos bandos tan distantes. En los latifundios extremeños, como en la mayoría de toda España, se desobedecieron las leyes agrarias por sistema. Los jornaleros afiliados a sindicatos socialistas o anarquistas se encontraron con un cierre patronal o la tierra se dejaba sin cultivar. Se les negaba el trabajo al grito de ¡comed República! Los braceros trabajaban de sol a sol sin recibir el salario por las horas extra. Los campesinos hambrientos que cogían las bellotas o las aceitunas del suelo para alimentarse eran brutalmente apaleados por la Guardia Civil o los guardias armados de las fincas.
Badajoz: antes, durante y después de la Guerra Civil- Antecedentes
- Por pascual-lopez-pablo
- El 16/10/2017
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Badajoz: antes, durante y después de la guerra civil- Antecedentes
APÉNDICE A "DIARIOS DE LA REINA DEL OCÉANO"
Extremadura es una tierra árida. La despoblación forestal continuaba desde mucho tiempo atrás. Apenas había maquinaria agrícola y los yunteros, los que poseían una yunta de mulas, eran minoría. Llovía poco. Muchos campesinos se pasaban toda la vida esclavizados por una tierra estéril. Las malas carreteras, la escasez de abonos y la ignorancia de las posibilidades agrícolas mantenían bajas las rentas de los que trabajaban la tierra. Aún así, la agricultura era la fuente de riqueza más importante de la región, aunque los salarios de la mayoría de trabajadores no les diera para comprar su propia comida. En los años 30 la tierra presentaba problemas como el de los minifundios, que no daban a los propietarios lo suficiente para sobrevivir; el de los latifundios, propiedad de absentistas generalmente, que daban a los propietarios una posición económica dominante en la localidad y se aprovechan de los aparceros, de los yunteros y los braceros, que solo tenían sus brazos para trabajar. La tierra estaba en manos de los nobles, duques, burgueses. Casi tres cuartas partes de las tierras cultivables eran propiedad de personas que tenían más de 100 hectáreas. En estas tierras se realizaban cultivos tradicionales de cereales, almendros, olivos y apenas se hacían inversiones de regadío, mecanización, con lo que mucha tierra quedaba sin cultivar. Las fincas se alquilaban a altos precios. Los agentes de los terratenientes contrataban a los campesinos que trabajaban desde el amanecer hasta la puesta de sol por apenas tres pesetas diarias. Los braceros locales se encontraban con la competencia de trabajadores emigrados incluso desde Portugal. Sobraba mano de obra. Estos trabajadores del campo eral el grupo más revolucionario. La mayoría de trabajadores sin tierra no tenían siquiera un huerto. Así, los respondieron a la llamada del anarquismo y emprendieron innumerables huelgas, actos de violencia, lo que llevó a un empeoramiento de las relaciones en el campo. Los terratenientes no contrataban a los que estaban afiliados a un sindicato anarquista. En cuanto a los aparceros, pocos tenían un contrato escrito de aparcería.
Con la llegada de la República la ilusión retornó a los campesinos sin tierra y a los aparceros. Anteriormente, la cuestión agraria era el problema principal para las relaciones sociales en todas las regiones de España. Con una economía subdesarrollada, primitiva, la sociedad mostraba dos caras opuestas: arriba, las clases altas y medias, que representan una quinta parte de la población, que votan, leen los periódicos, que administran los asuntos del país: abajo, los campesinos y obreros, que son pocos los que saben leer y escribir, que se desatienden de la política y solo votan si el terrateniente o empleador les obliga, que se ciñen estrictamente a sus asuntos personales, centrados en la supervivencia familiar. Entre estos dos mundos no hay contacto, punto de encuentro posible. En medio de ellos, los artesanos y pequeños comerciantes.
No hay posibilidad para un obrero o campesino alcanzar las capas altas de la sociedad. Los pocos que han ganado dinero, lo han hecho en América. Por eso, la política les queda lejos. No quiere decir, sin embargo, que en el momento que han considerado amenazados sus intereses vitales no se hayan levantado arrasando todo. Es este mismo pueblo, obreros sin tierra, el que, con tumultos y matanzas, insistió en la forzosa conversión de los judíos en el siglo XV; el que hizo expulsar a los moriscos en el XVII, contra los deseos de los terratenientes; el que expulsó al archiduque de Austria con sus aliados ingleses en la guerra de sucesión un siglo más tarde. Fueron ellos los que combatieron contra Napoleón. Los campesinos miraban a los terratenientes como extraños que se cruzaban en su vida. La Iglesia, que siempre había contado con su lealtad, fue considerada hostil para ellos, porque defendía los intereses de los de arriba. Cuando aparecieron las ideas socialistas y anarquistas, encontraron lo que necesitaban. La guerra civil fue el encuentro cruel de dos mundos irreconciliables. La tragedia esperada.
Extremadura es el fiel reflejo de este encuentro cruel. Es necesario regresar al siglo XI para comprender todo. La tierra conquistada por los reyes cristianos a los árabes era entregada, no a individuos de la nobleza, sino a las recién constituidas órdenes militares, más capaces de defenderla. En lugar de poblar las tierras conquistadas con campesinos libres, eran explotadas con el trabajo de esclavos moros y labradores que llegaban del norte de Extremadura. Lo que no se cultivaba se dejaba para el pastoreo. En 1836, con la desamortización de Mendizábal, que pretendía acabar con la propiedad de tierras sin cultivar, se expropiaron los bienes de las órdenes religiosas y militares. Los terratenientes y la burguesía provinciana acapararon las fincas desamortizadas a precios irrisorios. Extremadura se convirtió en una región de latifundios y tremenda pobreza. Las llanuras que rodean Badajoz son ricas productoras de grano. Esta zona pertenece en su casi totalidad a terratenientes absentistas que la cultivan malamente, mientras el campesino yuntero que posee un arado y un par de mulas tiene que aguantar los abusos de sus amos. Cuando los terratenientes quieren hacer entrar en razón a los yunteros, no tienen más que dejar en barbecho una parte de sus posesiones. En el resto de la región la tierra es tan pobre que solamente puede lograrse una cosecha cada doce años. Y esta cosecha agota el suelo por completo. Sin embargo, los ríos corren llenos de agua. Grandes extensiones de Extremadura podrían convertirse en regadío.