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Descubriendo Croacia

DESCUBRIENDO CROACIA

Croacia en verano es un infierno por el sol y la concentración de turistas, que buscan descubrir un país diferente y se encuentran con los mismos tópicos de cualquier lugar del Mediterráneo. Croacia es carestía de alojamiento, comida, entradas a los museos. Tiene el encanto, sin duda, de unas islas a tiro de piedra de la tierra firme, en mitad del Adriático,  mar calmado y guerrero. Es mejor alejarse de Dubrovniv cuanto antes y coger un ferry que te llevará en una hora hasta la isla de Hvar, lugar mágico.

La ciudad de Hvar, capital de la isla de su nombre, es una terraza que mira al mar. No solo para disfrutar del paisaje, tambien para beber, comer o descansar. Las terrazas inundan los más impensables rincones, las callejuelas, las plazas del paseo marítimo, llegando hastaq la entrada de la catedral. Mejor es el invierno, para desaparecer por una temporada en esta isla encantadora. El verano es tórrido y costoso. El turismo masivo ha elevado los precios a tarifas inalcanzables para muchos bolsillos. La comida es una copia de la italiana, con sus pizzerías; de la británicay americana, con los breakfast, los grills, las ribs y las hamburguesas de todo tipo. Para comer a buen precio, lo mejor es comprar en un supermercado o en los mercadillos que ofrecen verduras y frutas frescas. En la cercana Stari Grad,  a la que se puede llegar en autobús y descubrir los acantilados por el camino, se completa una visita recomendada en esta isla del Adriático. Puede ocurrir que el conductor del autobús esté hablando por el móvil y tome las curvas de los acantilados como si de un fitipaldi se tratara. El mareo está asegurado.

Todavía pueden apreciarse los conflictos que sacudieron estas tierras durante las guerras balcánicas. En Hvar pueden encontarse parejas que surgieron de las huídas durante la guerra: serbio-bosnias, bosnio-croatas, albano-croatas, serbio-croatas...

Todas las casas de la colina que domina el horizonte de la ciudad de Hvar son apartamentos turísticos. Cientos, miles de catamaranes, ferris, cruceros, taxi boats, veleros surcan las aguas entre las islas de la Dalmacia croata.

El poder de la religión persiste en la isla. Hay conventos de todas las congregaciones, la gente es practicante. El pudor también está presente en las normas para los turistas: hay multas de hasta 500 euros para los que lleven el torso al descubierto. En el convento de los franciscanos solo hay un fraile. Comento a la encargada del museo si el Papa Francisco ha visitado el convento. Me dice que su Santidad es franciscano pero de otra orden.

En  Split, el emperador Diocleciano domina la ciudad multiturística. Cara. Calurosa en septiembre.  La ciudad antigua es el viejo palacio imperial de Diocleciano. Los comerciantes han colocado sus tiendas en él. Joyeros, galerías de arte, cafeterias, restaurantes, fast food shops, souvenir shops...Mejor alejarse, coger un tren hasta Zagreb. El tren me recuerda el aspecto de los trenes españoles de los años 60: compartimentos con asientos y un pasillo alargado que comunica los vagones. En mi compartimento tengo un compañero argentino que ha aparecido completamente empapado de agua. Llego corriendo y tuvo que quitarse la ropa porque el aguacero le había pillado por el camino. Pasó las ocho horas del viaje hasta la capital croata con un impermeable como única prenda. Resultó ser parlanchín, no podía ser de otra forma, y hablamos de lo humano y lo divino. Lleva cuatro años en Croacia. Es violinista y trabaja de freelance, cuando lo llaman para algún concierto. Me comenta que las fronteras y las barreras entre paises con causa de desolación y muerte. A ningún habitante de esta zona guerrera le importa que su país sea libre, independiente, si ha perdido a parte de su familia, bien en las luchas, bien en la limpieza étnica, bien en las revanchas posteriores. Los hombres no hemos aprendido nada de la historia. El humanismo es lo contrario de las guerras, las fronteras, las banderas.

Desde el tren se pueden ver los restos de las batallas. Tejados caídos, pueblos deshabitados, casas derruidas, cráteeres en las laderas de los montes por los obuses asesinos. El viaje es un espectáculo de la naturaleza. Las ocho horas se pasan en un voleo. Llegamos a Knin, capital de la zona serbio-croata, que los croatas recuperaron en 1995 después de una batalla sangrienta. El presidente Tudjman se comportó como un forofo cuando la ciudad fue liberada. No pensó en los miles de personas que murieron porque a los militares se les ocurrió que la patria debía ensanchar sus límites. Entre los bosques y los valles serpentea el tren hasta llegar a Zagreb.

La capital es una ciudad monumental, al estilo de Viena, Budapest, Prga. Hay museos de todos los temas, zonas berdes. Es más barata que la costa y las islas. Llama la atención del viajero una iglesia ortodoxa. Las mujeres se colocan en el lado izquierdo, los hombres en el derecho. Todos recitan sus plegarias en voz alta. La religión sigue siendo parte importante de las gentes de Croacia, algo que las distingue de la Europa más occidental.

 

Albania

ALBANIA

En Albania no hay trenes desde hace años. He leído guías turísticas, editadas en esta década, que aseguran que el viaje en tren te dará la oportunidad de conocer mejor el paisaje albanés. Me pregunto si los que escriben las guías han visitado el país.

Albania es actualmente un apéndice de Italia, que está invirtiendo en empresas y resorts turísticos por todo el territorio albanés, especialmente en la costa y en la capital. Es la primera impresión que el viajero jubilado recibe cuando se dirige a Tirana desde el aeropuerto. Pronto se da cuenta del atraso en infraestructuras. Apenas hay autopistas, las carreteras merecen un recambio, las aceras brillan por su ausencia. Sorprende la cantidad de coches de gama alta que circulan por Albania. Me cuentan que Europa prohíbe importar coches desde Albania, que las mafias albanas y albanokosovares han importado miles de coches robados y su única salida ha sido venderlos a precios ridículos a sus compatriotas. Otros son más diplomáticos y apuntan a los emigrantes que han vuelto a su patria y quieren presumir ante sus paisanos de un status superior. Lo que no hay duda es del atraso económico. Los autobuses parecen sacados de las películas en blanco y negro. Las estaciones no existen. Pero, hay algo que engrandece a esta tierra: sus gentes, sencillas, amables.

Albania tiene una historia sorprendente. Desde los ilirios a los comunistas, pasando por los normandos, venecianos y fascistas nazis. Tirana fue la primera capital europea en ser liberada de los nazis. Años antes fueron gobernados por el único rey del país, Zog I. Hay vestigios de su paso por la ciudad. Como de los búnkeres que Enver Hoxa mandó construir para defenderse de un enemigo ilusorio.

Albania es un país triste. Es pobre, más bien. Los albaneses visten de negro. Están de luto por décadas de dictadura cruel. Negro como las águilas de su bandera roja y negra. Los albaneses están despertando de un letargo. Los jóvenes han heredado la oscuridad de sus mayores y tienen el semblante triste.

Albania

Suena el almuecín desde el minarete de la mezquita. Es la llamada a la oración. Es tiempo de Ramadán. En la Albania democrática se dieron prisa en construir cientos de mezquitas que Hoxa derribó. Mayoritariamente los albaneses son musulmanes, pero hay minorías de ortodoxos y católicos, con sus iglesias reconstruidas.

En Tirana merece la pena visitar el Museo de la Historia Albanesa, el museo del Búnker 2, la plaza de Skandenberg, el héroe albano. Darse una vuelta por los mercados, antiguos zocos árabes. Comer en un restaurante tradicional o comprar un byrek en cualquiera de los puestos callejeros. Visitar el barrio de casas prefabricadas de la época comunista, que enlataba a las familias como si fueran sardinas. En sus paseos, el viajero jubilado se topará con estatuas de la Madre Teresa de Calcuta y del partisano desconocido. Las de Stalin, Marx, Lenin o Hoxa están en paradero desconocido, después de la llegada de los demócratas, muchos de ellos herederos del partido del régimen anterior.

Merece la pena salir de la capital y visitar Dürres, Skodra y Berat. Aquí el viajero jubilado tendrá oportunidad de conocer el pasado romano y otomano de Albania. Si se usa el autobús público la experiencia será aleccionadora y le dará la ocasión de mezclarse con los albaneses de a pie.

El viajero jubilado

El viajero jubilado

Aquí aparecerán artículos sobre los viajes del autor. 

Acabo de publicar un libro en papel y un ebook con el título

VIAJES DE UN JUBILADO

Los enlaces :

Para el libro en papel: https://publish.mibestseller.es/site/?r=userwebsite/bookdetails&id=329758

Ebook: https://www.bubok.es/libros/275166/VIAJES-DE-UN-JUBILADO--Reflexiones-e-impresiones

Budva